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Sumos Pontífices

Benedicto XVI 

Sacerdotes 

 

AÑO 2005 

MAYO

*Todo lo que constituye nuestro ministerio no puede ser producto de nuestra capacidad personal (Discurso, 13 de mayo). 

*No hemos sido enviados a anunciarnos a nosotros mismos o nuestras opiniones personales, sino el misterio de Cristo y, en él, la medida del verdadero humanismo (Discurso, 13 de mayo). 

*Nuestra misión no consiste en decir muchas palabras, sino en hacernos eco y portavoces de una sola “Palabra”, que es el Verbo de Dios hecho carne por nuestra salvación (Discurso, 13 de mayo). 

*Debemos ser amigos de Jesús, tener sus mismos sentimientos, querer lo que él quiere y no querer lo que él no quiere (Discurso, 13 de mayo). 

*Éste debe ser nuestro propósito común: hacer todos juntos su santa voluntad, en la que está nuestra libertad y nuestra alegría (Discurso, 13 de mayo). 

*Al tener su raíz en Cristo, el sacerdocio es, por su misma naturaleza, en la Iglesia y para la Iglesia (Discurso, 13 de mayo). 

*El sacerdocio ministerial tiene una relación constitutiva con el cuerpo de Cristo, en su doble e inseparable dimensión de Eucaristía e Iglesia, de cuerpo eucarístico y cuerpo eclesial (Discurso, 13 de mayo). 

*En el obispo obedecemos a Cristo y a la Iglesia, que él representa en este lugar (Discurso, 13 de mayo). 

*Es decisivo que  la  cercanía y la atención a todos se realice siempre en nombre de Cristo y tiendan constantemente a llevar a él (Discurso, 13 de mayo). 

*Esta cercanía y esta entrega tienen un coste personal: significan tiempo, preocupaciones, gastos de energías (Discurso, 13 de mayo). 

*Para poder resistir y, más aún, para crecer, como personas y como sacerdotes, es fundamental ante todo la comunión íntima con Cristo (Discurso, 13 de mayo). 

*El tiempo para estar en presencia de Dios en la  oración  es una verdadera prioridad pastoral; no es algo añadido al trabajo pastoral (Discurso, 13 de mayo). 

*Con la ordenación sacerdotal, os insertáis en la misión de los apóstoles (Homilía, 15 de mayo). 

JUNIO

*La identidad sacerdotal no debe compararse jamás con un título secular o confundirse con un cargo civil o político (Discurso, 25 de junio). 

*El sacerdote vive una vida de sencillez, castidad y servicio humilde, que estimula a los demás con el ejemplo (Discurso, 25 de junio). 

*En el centro del sacerdocio está la celebración diaria y fervorosa de la santa misa (Discurso, 25 de junio). 

SEPTIEMBRE

*La oración del sacerdote es una exigencia de su ministerio pastoral, porque para la comunidad es imprescindible el testimonio del sacerdote orante, que proclama la trascendencia y se sumerge en el misterio (Discurso, 23 de septiembre). 

NOVIEMBRE

*La Iglesia necesita presbíteros que sepan conformar siempre su conducta con el modelo del buen Pastor, dejándose guiar con docilidad por el Espíritu Santo, en plena comunión con sus obispos (Mensaje, 10 de noviembre).

AÑO 2006

MARZO

*Siempre he pensado que uno de los servicios principales del sacerdote consiste en servir a los enfermos, a los que sufren, porque el Señor vino sobre todo para estar con los enfermos (Encuentro, 2 de marzo). 

*En el Señor debemos ver precisamente nuestro modelo de sacerdote para curar, para ayudar, para asistir, para acompañar hacia la curación (Encuentro, 2 de marzo). 

*Es fundamental para el compromiso de la Iglesia servir a los enfermos; es una forma fundamental de amor y, por tanto, expresión fundamental de la fe (Encuentro, 2 de marzo). 

ABRIL

*Debemos conocer a Jesús de un modo cada vez más personal, escuchándolo, viviendo con él, estando con él (Homilía, 13 de abril). 

*La lectura de la sagrada Escritura es oración, debe ser oración, debe brotar de la oración y llevar a la oración (Homilía, 13 de abril). 

*El sacerdote debe ser sobre todo un hombre de oración. Ser amigo de Jesús, ser sacerdote significa, por tanto, ser hombre de oración (Homilía, 13 de abril). 

*Sólo podemos ser amigos de Jesús en la comunión con el Cristo entero, con la cabeza y el cuerpo (Homilía, 13 de abril). 

MAYO

*El misterio de nuestro sacerdocio consiste en la identificación con él, en virtud de la cual nosotros, débiles y pobres seres humanos, por el sacramento del Orden podemos hablar y actuar in persona Christi capitis (Homilía, 7 de mayo). 

*Todo el camino de nuestra vida de sacerdotes sólo puede orientarse a esta meta: configurarnos en la realidad de la existencia y en los comportamientos diarios con el don y el misterio que hemos recibido (Homilía, 7 de mayo). 

*Ciertamente, debemos preocuparnos ante todo por quienes, como nosotros, creen y viven con la Iglesia y, sin embargo, no debemos cansarnos de salir, como nos pide el Señor “a los caminos y cercas” (Homilía, 7 de mayo). 

*El sacerdote, mediante el sacramento, es insertado totalmente en Cristo para que, partiendo de él y actuando con vistas a él, realice en comunión con él el servicio del único Pastor, Jesús, en el que Dios como hombre quiere ser nuestro Pastor (Homilía, 7 de mayo). 

*El único camino para subir legítimamente hacia el ministerio de pastor es la cruz (Homilía, 7 de mayo). 

*No desear llegar a ser alguien, sino, por el contrario, ser para los demás, para Cristo, y así, mediante él y con él, ser para los hombres que él busca, que él quiere conducir por el camino de la vida (Homilía, 7 de mayo). 

*Entrar por la puerta, que es Cristo, quiere decir conocerlo y amarlo cada vez más, para que nuestra voluntad se una a la suya y nuestro actuar llegue a ser uno con su actuar (Homilía, 7 de mayo). 

*Celebrar la Eucaristía de modo adecuado es encontrarnos con el Señor, que por nosotros se despoja de su gloria divina, se deja humillar hasta la muerte en cruz y así se entrega a cada uno de nosotros (Homilía, 7 de mayo). 

*Es muy importante para el sacerdote la Eucaristía diaria (Homilía, 7 de mayo). 

*La Eucaristía debe llegar a ser para nosotros una escuela de vida, en la que aprendamos a entregar nuestra vida (Homilía, 7 de mayo). 

*Día a día debo aprender a desprenderme de mí mismo, a estar a disposición del Señor para lo que necesite de mi en cada momento, aunque otras cosas me parezcan más bellas y más importantes (Homilía, 7 de mayo). 

*Dar la vida, no tomarla. Precisamente así experimentamos la libertad. La libertad de nosotros mismos, la amplitud del ser (Homilía, 7 de mayo). 

*El pastor no puede contentarse con saber los nombres y las fechas. Su conocimiento debe ser siempre también un conocimiento de las ovejas con el corazón (Homilía, 7 de mayo). 

*Debe ser un conocimiento con el corazón de Jesús, un conocimiento orientado a él, un conocimiento que no vincula  la persona a mí, sino que la guía hacia Jesús, haciéndolo libre y abierto (Homilía, 7 de mayo). 

*Creed en la fuerza de vuestro sacerdocio. En virtud del sacramento habéis recibido todo lo que sois. Cundo pronunciáis las palabras “yo” o “mi” no lo hacéis en vuestro nombre, sino en el nombre de Cristo, “in persona Christi”, que quiere servirse de vuestros labios y de vuestras manos, de vuestro espíritu de sacrificio y de vuestro talento (Discurso, 25  de mayo). 

*Jesús nos ha mirado con amor precisamente a cada uno de nosotros, y debemos confiar en esta mirada (Discurso, 25 de mayo). 

*No debemos dejarnos llevar de la prisa, como si el tiempo dedicado a  Cristo en la oración silenciosa fuera un tiempo perdido (Discurso, 25 de mayo). 

*No hay que desanimarse porque la oración requiere esfuerzo, o por tener la impresión de que Jesús calla. Calla, pero actúa (Discurso, 25 de mayo). 

*Los fieles esperan de los sacerdotes una sola cosa: que sean especialistas en promover el encuentro del hombre con Dios (Discurso, 25 de mayo).  

*En realidad se crece en la madurez afectiva cuando el corazón se adhiere a Dios (Discurso, 25 de mayo). 

*Cristo necesita sacerdotes maduros, viriles, capaces de cultivar una auténtica paternidad espiritual (Discurso, 25 de mayo). 

*Si vivís la fe, el Espíritu Santo os sugerirá qué debéis decir y cómo debéis servir (Discurso, 25 de mayo). 

AGOSTO

*La primera necesidad de todos nosotros es reconocer con humildad nuestros límites, reconocer que debemos dejar que el Señor haga la mayoría de las cosas (Encuentro, 31 de agosto). 

*El tiempo que dedicamos a la oración no es un tiempo sustraído a nuestra responsabilidad pastoral, sino que es precisamente “trabajo” pastoral, es orar también por los demás (Encuentro, 31 de agosto). 

SEPTIEMBRE

*El que cree nunca está solo. Estas palabras son válidas y deben ser válidas precisamente también para los sacerdotes, para cada uno de nosotros. El que es sacerdote nunca está solo, porque Jesucristo siempre está con él (Discurso, 14 de septiembre). 

Año 2007 

FEBRERO

*Me parece muy importante que sintamos la necesidad de estar con el Señor en la Eucaristía, que no sea un deber profesional, sino que sea realmente un deber sentido interiormente (Diálogo, 17 de febrero). 

*Otro punto importante es tomar tiempo para la Liturgia de las Horas, y así para esta libertad interior: con todas las cargas que llevamos, esta liturgia nos libera y nos ayuda también a estar más abiertos, a estar en contacto más profundo con el Señor (Diálogo, 17 de febrero). 

*No conviene olvidar nunca estos puntos fijos, que son la Eucaristía y la Liturgia de las Horas, para tener durante el día cierto orden, pues no debemos estar inventando cada día (Diálogo, 17 de febrero). 

*Guarda el orden y el orden te guardará. Esas palabras encierran una gran verdad (Diálogo, 17 de febrero). 

*Yo tengo una receta bastante sencilla: combinar la preparación de la homilía dominical con la meditación personal (Diálogo, 17 de febrero). 

*Lo esencial es precisamente esto: Eucaristía, Liturgia de las Horas, oración y conversación con el Señor cada día, aunque sea breve, sobre sus Palabras, que debo anunciar (Diálogo, 17 de febrero). 

ABRIL

*En la administración de los sacramentos el sacerdote actúa y habla ya “in persona Christi” (Homilía, 5 de abril).


*En los sagrados misterios el sacerdote no se representa a sí mismo y no habla expresándose a sí mismo, sino que habla en la persona de Otro, de Cristo (Homilía, 5 de abril).
 

*Ponernos a disposición de Cristo significa identificarnos con su entrega “por todos”: estando a su disposición podemos entregarnos de verdad “por todos” (Homilía, 5 de abril). 

*Para nosotros, revestirnos de los ornamentos debe ser algo más que un hecho externo; implica renovar el “sí” de nuestra misión, el “ya no soy yo” del bautismo, que la ordenación sacerdotal de modo nuevo nos da y a la vez nos pide (Homilía, 5 de abril). 

MAYO

*Es necesario que los sacerdotes vivan su identidad sacerdotal entregándose totalmente al Señor mediante el servicio desinteresado a sus hermanos, sin desanimarse ante las dificultades que tienen que afrontar (Discurso, 18 de mayo). 

*La vida de oración y la vida sacramental son para los sacerdotes una auténtica prioridad pastoral, que les ayudará a responder con determinación a la llamada a la santidad recibida del Señor y a la misión de guiar a los fieles por ese mismo camino (Discurso, 18 de mayo). 

*La formación humana  es la base de la formación sacerdotal (Discurso, 18 de mayo). 

JUNIO

*Para lograr el compromiso incansable al servicio del Evangelio han de encontrar la unidad de su persona y la fuente de su dinamismo apostólico en la amistad personal con Cristo y en la contemplación, en él, del rostro del Padre (Discurso, 1 de junio). 

*Una vida sacerdotal ejemplar, fundada en una búsqueda constante de la configuración con Cristo, es una exigencia de cada día (Discurso, 1 de junio). 

*En la oración arraigada en la meditación de la Palabra de Dios y en la Eucaristía, fuente y cumbre de su ministerio, encontrarán fuerza y valentía para servir al pueblo de Dios y guiarlo por los caminos de la fe (Discurso, 1 de junio). 

*Los sacerdotes, por su parte, deben recordar que, ante todo, son hombres de Dios y, por eso, han de cuidar su vida espiritual y su formación permanente (Discurso, 30 de junio). 

*Todo sacerdote encontrará en este encuentro con Dios (oración) la fuerza para vivir con mayor entrega y dedicación su ministerio, dando ejemplo de disponibilidad y desprendimiento de las cosas superfluas (Discurso, 30 de junio). 

NOVIEMBRE

*Que se entreguen generosamente a la oración de la Liturgia de las Horas, plegaria en comunión con los orantes de todos los siglos, en comunión con Jesucristo. Al orar así involucran y representan también a los demás hombres (Discurso, 19 de noviembre). 

AÑO 2008 

MARZO

*Es necesario que los sacerdotes fundamenten su apostolado en su relación con Cristo, en el misterio eucarístico que nos recuerda que el Señor se entregó totalmente por la salvación del mundo, en el sacramento del perdón, en su amor a la Iglesia, dando con su vida recta, humilde y pobre, un testimonio elocuente de su compromiso sacerdotal (Discurso, 13 de marzo). 

*Nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con ella (Homilía, 20 de marzo). 

*Dejarse guiar a donde no queremos es una dimensión esencial de nuestro servir y eso es precisamente lo que nos hace libres (Homilía, 20 de marzo). 

*En ese ser guiados, que puede ir contra nuestras ideas y proyectos, experimentamos la novedad, la riqueza del amor de Dios (Homilía, 20 de marzo). 

ABRIL

*¡Actuad como faros de esperanza, irradiando la luz de Cristo en el mundo y animando a los jóvenes a descubrir la belleza de una vida entregada enteramente al Señor y a su Iglesia! (Homilía, 19 de abril). 

*Esta es también vuestra misión: llevar el Evangelio a todos, para que todos experimenten la alegría de Cristo y todas las ciudades se llenen de alegría (Homilía, 27 de abril). 

*Anunciar y testimoniar la alegría es el núcleo central de vuestra misión (Homilía, 27 de abril). 

*Para ser colaboradores de la alegría de los demás, en un mundo a menudo triste y negativo, es necesario que el fuego del Evangelio arda dentro de vosotros, que reine en vosotros la alegría del Señor (Homilía, 27 de abril). 

*Sólo podréis ser mensajeros y multiplicadores de esta alegría llevándola a todos, especialmente a cuantos están tristes y afligidos (Homilía, 27 de abril). 

*Glorificad a Cristo Señor en vuestros corazones, es decir, cultivad una relación personal de amor con él, amor primero y más grande, único y totalizador, dentro del cual vivir, purificar, iluminar y santificar todas las demás relaciones (Homilía, 27 de abril). 

JUNIO

*Esforzaos por ser pastores según el Corazón de Cristo manteniendo con él un coloquio diario e íntimo (Discurso, 9 de junio). 

*La unión con Jesús es el secreto del auténtico éxito del ministerio de todo sacerdote (Discurso, 9 de junio). 

*La comunión con él, el divino Maestro de nuestras almas, os asegurará la serenidad y la paz también en los momentos más complejos y difíciles (Discurso, 9 de junio). 

*Sed cada día oyentes dóciles de la palabra de Dios, vivid en ella y de ella para hacerla presente en vuestra actividad sacerdotal (Discurso, 9 de junio). 

*Anunciad la verdad, que es Cristo (Discurso, 9 de junio). 

*Que la oración, la meditación y la escucha de la palabra de Dios sean vuestro pan de cada día (Discurso, 9 de junio). 

*Si crece en vosotros la comunión con Jesús, si vivís de él y no sólo para él, irradiaréis su amor y su alegría en vuestro entorno (Discurso, 9 de junio). 

*Junto con la escucha diaria de la palabra de Dios, la celebración de la Eucaristía ha de ser el corazón y el centro de todas vuestras jornadas y de todo vuestro ministerio (Discurso, 9 de junio). 

*El sacerdote, como todo bautizado,  vive de la comunión eucarística con el Señor (Discurso, 9 de junio). 

*La Eucaristía ha de llegar a ser para vosotros los sacerdotes escuela de vida, en la que el sacrificio de Jesús en la cruz os enseñe a hacer de vosotros mismos un don total a los hermanos (Discurso, 9 de junio). 

*Queridos hermanos sacerdotes, como bien sabéis, para que vuestra fe sea fuerte y vigorosa, hace falta alimentarla con una oración constante (Discurso, 15 de junio). 

*Sed modelo de oración, convertíos en maestros de oración (Discurso, 15 de junio). 

*Que vuestras jornadas estén marcadas por los tiempos de oración, durante los cuales, a ejemplo de Jesús, debéis dedicaros al diálogo con el Padre (Discurso, 15 de junio). 

*Debemos convencernos de que los momentos de oración son los más importantes de la vida del sacerdote, los momentos en que actúa con más eficacia la gracia divina, dando fecundidad a su ministerio (Discurso, 15 de junio). 

*Orar es el primer servicio que podemos prestar a la comunidad. Por eso, los momentos de oración deben tener una verdadera prioridad en vuestra vida (Discurso, 15 de junio). 

AGOSTO

*Siempre habrá necesidad del sacerdote totalmente entregado al Señor y, por eso, totalmente entregado al hombre (Encuentro, 6 de agosto). 

*El sacerdote precisamente por haber sido apartado y dado a Dios, ya no está aislado, sino que ha sido elevado gracias al “para”: para todos (Encuentro, 6 de agosto). 

*Por un lado, hemos sido entregados al Señor, apartados de la esfera común, pero, por otro, hemos sido entregados a él porque de este modo podemos pertenecerle totalmente y así pertenecer totalmente a los hermanos (Encuentro, 6 de agosto). 

*En esta situación de gran actividad pastoral es importante tener valentía para ponerse un límite y establecer claramente las prioridades (Encuentro, 6 de agosto). 

*Una prioridad fundamental de la vida sacerdotal es estar con el Señor y, por tanto, dedicar tiempo a la oración (Encuentro, 6 de agosto). 

SEPTIEMBRE

*Profundizad en la conciencia de vuestra identidad: el sacerdote, para la Iglesia y en la Iglesia, es signo humilde pero real del único y eterno Sacerdote, que es Jesús (Discurso, 7 de septiembre). 

*El sacerdote debe proclamar de modo autorizado su palabra, renovar sus gestos de perdón y de entrega,  imitar su solicitud amorosa al servicio de su rebaño, en comunión con los pastores y fielmente dócil a las enseñanzas del Magisterio (Discurso, 7 de septiembre). 

*Renovad cada día el carisma que habéis recibido con la imposición de las manos, identificándoos con Jesucristo en su triple función de santificar, enseñar y apacentar el rebaño (Discurso, 7 de septiembre). 

*Queridos hermanos sacerdotes, no tengáis miedo de dedicar mucho tiempo a la lectura, a la meditación de la Escritura y al rezo del Oficio divino  (Homilía, 12 de septiembre). 

*Casi sin saberlo, la Palabra leída y meditada en la Iglesia actúa sobre vosotros y os transforma (Homilía, 12 de septiembre). 

*Los sacerdotes son un don de Dios para la Iglesia (Discurso, 14 de septiembre). 

*Los sacerdotes no pueden delegar sus funciones a los fieles en lo que se refiere a las misiones que les son propias (Discurso, 14 de septiembre). 

*Todo sacerdote debe poder sentirse dichoso de servir a la Iglesia  (Discurso, 14 de septiembre).

  AÑO 2009 

ABRIL

*El sacerdote es sustraído a los lazos mundanos y entregado a Dios, y precisamente así, a partir de Dios, debe quedar disponible para los otros, para todos (Homilía, 9 de abril) 

JUNIO

*Los sacerdotes no deberían resignarse nunca a ver vacíos sus confesionarios ni limitarse a constatar la indiferencia de los fieles hacia este sacramento (Carta, 16 de junio). 

*Redescubrir y fortalecer más la conciencia del extraordinario e indispensable don de gracia que el ministerio ordenado representa para quien lo ha recibido, para la Iglesia entera y para el mundo, que sin la presencia real de Cristo estaría perdido (Audiencia, 24 de junio). 

*La predicación cristiana no proclama “palabras”, sino la Palabra, y el enuncio coincide con la persona misma de Cristo, ontológicamente abierta a la relación con el Padre y obediente a su voluntad (Audiencia, 24 de junio). 

*Un auténtico servicio de la Palabra requiere por parte del sacerdote que tienda a una profunda abnegación de sí mismo…El presbítero no puede considerarse “dueño” de la palabra, sino servidor (Audiencia, 24 de junio). 

*Para el sacerdote ser “voz” de la Palabra no constituye únicamente un aspecto funcional. Al contrario, supone un sustancial “perderse” en Cristo, participando en su misterio de muerte y de resurrección con todo su ser: inteligencia, libertad, voluntad y ofrecimiento de su cuerpo, como sacrificio vivo (Audiencia, 24 de junio). 

*El anuncio de la Palabra conlleva siempre también el sacrificio de sí, condición para que el anuncio sea auténtico y eficaz (Audiencia, 24 de junio). 

*Alter Christus, el sacerdote está profundamente unido al Verbo del Padre, que al encarnarse tomó la forma de siervo, se convirtió en siervo (Audiencia, 24 de junio). 

*El sacerdote es siervo de Cristo, en el sentido de que su existencia, configurada ontológicamente con Cristo, asume un carácter esencialmente relacional: está al servicio de los hombres en Cristo, por Cristo y con Cristo (Audiencia, 24 de junio). 

*Porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación (Audiencia, 24 de junio). 

JULIO

*Considerando el binomio “identidad-misión”, cada sacerdote puede advertir mejor la necesidad de la progresiva identificación con Cristo, que le garantiza la fidelidad y la fecundidad del testimonio evangélico (Audiencia, 1 de julio). 

*El fin de la misión de los presbíteros es “cultual”: para que todos los hombres puedan ofrecerse a Dios como hostia viva, santa, agradable a él (Audiencia, 1 de julio). 

*El amor al prójimo, la atención a la justicia y a los pobres, no son solamente temas de una moral social, sino más bien expresión de una concepción sacramental de la moralidad cristiana, porque a través del ministerio de los presbíteros se realiza el sacrificio espiritual de los fieles, en unión con Cristo, único Mediador (Audiencia, 1 de julio). 

*El presbítero no es sino un hombre convertido y renovado por el Espíritu, que vive de la relación personal con Cristo, haciendo constantemente suyos los criterios evangélicos (Audiencia, 1 de julio). 

*El presbítero no es sino un hombre de unidad y de verdad, consciente de sus propios límites y, al mismo tiempo, de la extraordinaria grandeza de la vocación recibida (Audiencia, 1 de julio). 

*El sacerdote es un hombre todo del Señor, puesto que es Dios mismo quien lo llama y lo constituye en su servicio apostólico. Y precisamente por ser todo del Señor, es todo de los hombres, para os hombres (Audiencia, 1 de julio). 

*La oración es el primer compromiso, el verdadero camino de santificación de los sacerdotes (Audiencia, 1 de julio). 

AGOSTO

*De la santidad depende la credibilidad del testimonio y, en definitiva, la eficacia misma de la misión de todo sacerdote (Audiencia, 5 de agosto). 

*En la raíz de ese compromiso pastoral el sacerdote debe poner una íntima unión personal con Cristo, que es preciso cultivar y acreditar día tras día. Sólo enamorado de Cristo, el sacerdote podrá enseñar a todos esta unión, esta amistad íntima con el divino Maestro; podrá tocar el corazón de las personas y abrirlo al amor misericordioso del Señor (Audiencia, 5 de agosto). 

*La peculiar relación de maternidad que existe entre María y los presbíteros es la fuente primaria, el motivo fundamental de la predilección que alberga por cada uno de ellos (Audiencia, 12 de agosto). 

SEPTIEMBRE

*La primera característica que el Señor exige de su servidor es la fidelidad…La fidelidad es altruismo, y precisamente por ello resulta liberadora para el propio ministro y para quienes le han sido confiados (Homilía, 12 de septiembre). 

*La segunda característica que Jesús exige de su servidor es la prudencia…La prudencia es algo distinto de la astucia…indica la primacía de la verdad, que mediante la prudencia se convierte en criterio de nuestra acción (Homilía, 12 de septiembre). 

*La primera virtud cardinal del sacerdote ministro de Jesucristo consiste en dejarse plasmar por la verdad que Cristo nos muestra. De esta manera nos transformamos en hombres verdaderamente razonables, que juzgan según el conjunto y no a partir de detalles casuales (Homilía, 12 de septiembre). 

*No nos dejamos guiar por la pequeña ventana de nuestra astucia personal, sino que, desde la gran ventana que Cristo nos ha abierto sobre toda la verdad, contemplamos el mundo y a los hombres y reconocemos así qué es lo que cuenta verdaderamente en la vida (Homilía, 12 de septiembre). 

*La tercera característica de la que habla Jesús en las parábolas del siervo es la bondad: bueno en sentido pleno lo es sólo Dios…La bondad presupone, sobre todo, una comunión viva con Dios, el Bueno; una creciente unión interior (Homilía, 12 de septiembre). 

*Es necesario evitar la secularización de los sacerdotes y la clericalización de los laicos (Discurso, 17 de septiembre). 

*Los sacerdotes deben evitar involucrarse personalmente en la política, para favorecer la unidad y la comunión de todos los fieles, y para poder ser así una referencia para todos (Discurso, 17 de septiembre). 

*La función del presbítero es esencial e insustituible para el anuncio de la Palabra y la celebración de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía (Discurso, 17 de septiembre). 

*Es preciso que los sacerdotes manifiesten la alegría de la fidelidad a su propia identidad con el entusiasmo de la misión (Discurso, 17 de septiembre). 

*La celebración cotidiana del Sacrificio del altar y la oración diaria de la Liturgia de las Horas deben ir siempre acompañadas del testimonio de toda la existencia, que se hace don a Dios y a los demás y se convierte así en orientación para los fieles (Discurso, 17 de septiembre). 

*La imitación de Jesús, buen Pastor, es para todo sacerdote el camino obligatorio de su propia santificación y la condición esencial para ejercer responsablemente el ministerio pastoral (Discurso, 21 de septiembre). 

*La atención a los problemas de cada día y las iniciativas encaminadas a conducir a los hombres por el camino de Dios nunca deben distraernos de la unión íntima y personal con Cristo, de estar con él (Discurso, 21 de septiembre). 

*Estar a disposición de la gente no debe disminuir u ofuscar nuestra disponibilidad hacia el Señor (Discurso, 21 de septiembre). 

*El tiempo que el sacerdote y el obispo consagran a Dios en la oración siempre es el mejor empleado, porque la oración es el alma de la acción pastoral, la “linfa” que le infunde fuerza (Discurso, 21 de septiembre). 

*La oración es el apoyo en los momentos de incertidumbre y desaliento, y el manantial inagotable de fervor misionero y de amor fraterno hacia todos (Discurso, 21 de septiembre). 

*En el centro de la vida sacerdotal está en la Eucaristía (Discurso, 21 de septiembre). 

*Un modo privilegiado de prolongar en la jornada la misteriosa acción santificadora de la Eucaristía es el rezo fervoroso de la Liturgia de la Horas, como también la adoración eucarística, la lectio divina y la oración contemplativa del rosario (Discurso, 21 de septiembre). 

*Que sólo Cristo puede ser nuestra esperanza cierta anunciadlo vosotros, queridos sacerdotes, permaneciendo íntimamente unidos a Jesús y ejerciendo con entusiasmo vuestro ministerio, seguros de que nada puede faltar a quien se fía de él (Homilía, 27 de septiembre). 

*Elegido entre los hombres, el sacerdote sigue siendo uno de ellos y está llamado a servirles entregándoles la vida de Dios (Videomensaje, 28 de septiembre). 

*Nuestra vocación sacerdotal es un tesoro que llevamos en recipientes de barro…La conciencia de esta debilidad abre a la intimidad de Dios, que da fuerza y alegría (Videomensaje, 28 de septiembre). 

*El sacerdote no es para sí, es para todos (Videomensaje, 28 de septiembre). 

*El sacerdote debe ser, hoy más que nunca, hombre de alegría y de esperanza (Videomensaje, 28 de septiembre). 

*El sacerdote, ciertamente hombre de la Palabra divina y de lo sagrado, debe ser hoy más que nunca hombre de alegría y esperanza (Videomensaje, 28 de septiembre). 

*A los hombres que ya no pueden concebir que Dios sea Amor puro el sacerdote dirá siempre que la vida vale la pena vivirla, y que Cristo le da todo su sentido porque ama a los hombres, a todos los hombres (Videomensaje, 28 de septiembre). 

*Vuestras manos, vuestros labios se han convertido, en el breve espacio de un instante, en las manos y en los labios de Dios (Videomensaje, 28 de septiembre). 

*Lleváis a Cristo en vuestro interior; habéis entrado, por gracia, en la Santa Trinidad (Videomensaje, 28 de septiembre). 

NOVIEMBRE

*Sacerdotes, ministros de los enfermos, signo e instrumentos de la compasión de Cristo, que debe llegar a todo hombre marcado por el sufrimiento (Mensaje, 22 de noviembre). 

*Os invito, queridos presbíteros a no escatimar esfuerzos para prestarles asistencia y consuelo a los enfermos. El tiempo transcurrido al lado de quien se encuentra en la prueba es fecundo en gracia para todas las demás dimensiones de la pastoral (Mensaje, 22 de noviembre).

AÑO 2010 

MARZO 

*Los sacerdotes deben ser hombres de Dios, capaces de guiar a los demás por los caminos del Señor, mediante su ejemplo y consejos sabios (Discurso, 5 de marzo). 

*El tema de la identidad sacerdotal es determinante para el ejercicio del sacerdocio ministerial en el presente y en el futuro. En una época como la nuestra, tan "policéntrica" e inclinada a atenuar todo tipo de concepción que afirme una identidad, que muchos consideran contraria a la libertad y a la democracia, es importante tener muy clara la peculiaridad teológica del ministerio ordenado para no caer en la tentación de reducirlo a las categorías culturales dominantes (Discurso, 12 de marzo).

*En un contexto de secularización generalizada, que excluye progresivamente a Dios del ámbito público, y tiende a excluirlo también de la conciencia social compartida, con frecuencia el sacerdote parece "extraño" al sentir común, precisamente por los aspectos más fundamentales de su ministerio, como los de ser un hombre de lo sagrado, tomado del mundo para interceder en favor del mundo, y constituido en esa misión por Dios y no por los hombres (Discurso, 12 de marzo). 

*Es importante superar peligrosos "reduccionismos" que, en los decenios pasados, utilizando categorías más funcionales que ontológicas, han presentado al sacerdote casi como a un "agente social", con el riesgo de traicionar incluso el sacerdocio de Cristo (Discurso, 12 de marzo).

*Queridos hermanos sacerdotes, en el tiempo en que vivimos es especialmente importante que la llamada a participar en el único sacerdocio de Cristo en el ministerio ordenado florezca en el "carisma de la profecía": hay gran necesidad de sacerdotes que hablen de Dios al mundo y que presenten el mundo a Dios; hombres no sujetos a efímeras modas culturales, sino capaces de vivir auténticamente la libertad que sólo la certeza de la pertenencia a Dios puede dar (Discurso, 12 de marzo).

*Hoy la profecía más necesaria es la de la fidelidad que, partiendo de la fidelidad de Cristo a la humanidad, mediante la Iglesia y el sacerdocio ministerial, lleve a vivir el propio sacerdocio en la adhesión total a Cristo y a la Iglesia. De hecho, el sacerdote ya no se pertenece a sí mismo, sino que, por el carácter sacramental recibido es "propiedad" de Dios. Este "ser de Otro" deben poder reconocerlo todos, gracias a un testimonio límpido (Discurso, 12 de marzo).

*En el modo de pensar, de hablar, de juzgar los hechos del mundo, de servir y de amar, de relacionarse con las personas, incluso en el hábito, el sacerdote debe sacar fuerza profética de su pertenencia sacramental, de su ser profundo. Por consiguiente, debe poner sumo esmero en preservarse de la mentalidad dominante, que tiende a asociar el valor del ministro no a su persona, sino sólo a su función, negando así la obra de Dios, que incide en la identidad profunda de la persona del sacerdote, configurándolo a sí de modo definitivo (Discurso, 12 de marzo).

*El horizonte de la pertenencia ontológica a Dios constituye, además, el marco adecuado para comprender y reafirmar, también en nuestros días, el valor del celibato sagrado, que en la Iglesia latina es un carisma requerido por el Orden sagrado y que las Iglesias orientales tienen en grandísima consideración. Es una auténtica profecía del Reino, signo de la consagración con corazón indiviso al Señor y a las "cosas del Señor", expresión de la entrega de uno mismo a Dios y a los demás (Discurso, 12 de marzo).

*La vocación del sacerdote, por tanto, es altísima y sigue siendo un gran misterio incluso para quienes la hemos recibido como don. Nuestras limitaciones y debilidades deben inducirnos a vivir y a custodiar con profunda fe este don precioso, con el que Cristo nos ha configurado a sí, haciéndonos partícipes de su misión salvífica. De hecho, la comprensión del sacerdocio ministerial está vinculada a la fe y requiere, de modo cada vez más firme, una continuidad radical entre la formación recibida en el seminario y la formación permanente (Discurso, 12 de marzo).

*La vida profética, sin componendas, con la que serviremos a Dios y al mundo, anunciando el Evangelio y celebrando los sacramentos, favorecerá la venida del reino de Dios ya presente y el crecimiento del pueblo de Dios en la fe (Discurso, 12 de marzo).

*Queridos sacerdotes, los hombres y las mujeres de nuestro tiempo sólo nos piden que seamos sacerdotes de verdad y nada más. Los fieles laicos encontrarán en muchas otras personas aquello que humanamente necesitan, pero sólo en el sacerdote podrán encontrar la Palabra de Dios que siempre deben tener en los labios; la misericordia del Padre, abundante y gratuitamente dada en el sacramento de la Reconciliación; y el Pan de vida nueva, "alimento verdadero dado a los hombres" (Discurso, 12 de marzo).  

ABRIL

*Configuración del sacerdote a Cristo Cabeza, en el ejercicio de los tria munera que recibe, es decir,  de los tres oficios de enseñar, santificar y gobernar (Audiencia, 14 de abril). 

*El sacerdote actúa in persona Christi Capitis –en persona de Cristo Cabeza- (Audiencia, 14 de abril). 

*El sacerdote que actúa in persona Christi Capitis y en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la persona misma de Cristo resucitado, que se hace presente con su acción realmente eficaz. Actúa realmente y realiza lo que el sacerdote no podría hacer (Audiencia, 14 de abril). 

*El sacerdote no enseña ideas propias, una filosofía que él mismo se ha inventado, encontrado, o que le gusta (Audiencia, 14 de abril). 

*El sacerdote no habla por sí mismo, para crearse admiradores o un partido propio; no dice cosas propias, invenciones propias, sino que, en la confusión de todas las filosofías, el sacerdote enseña en nombre de Cristo presente, propone la verdad que es Cristo mismo, su palabra, su modo de vivir y de ir adelante (Audiencia, 14 de abril). 

*Que el sacerdote no inventa, no crea ni proclama ideas propias en cuanto que la doctrina que anuncia no es suya, sino de Cristo, no significa que sea neutral, casi como un portavoz que lee un texto que quizá no hace suyo (Audiencia, 14 de abril). 

*La enseñanza que el sacerdote está llamado a ofrecer, las verdades de la fe, deben ser interiorizadas y vividas en un intenso camino espiritual personal, para que así realmente el sacerdote entre en una profunda comunión interior con Cristo mismo (Audiencia, 14 de abril). 

*El sacerdote cree, acoge y trata de vivir, ante todo como propio, lo que el Señor ha enseñado y la Iglesia ha transmitido (Audiencia, 14 de abril). 

*El sacerdocio es respuesta a la llamada del Señor, a su voluntad, para ser anunciadores no de una verdad personal, sino de su verdad (Audiencia, 14 de abril). 

*El Señor ha confiado a los sacerdotes una gran tarea: ser anunciadores de su Palabra, de la Verdad que salva; ser su portavoz en el mundo para llevar aquello que contribuye al verdadero bien de las almas y al auténtico camino de fe (Audiencia, 14 de abril). 

*Elemento fundamental y reconocible de toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es la amistad con Cristo. Jesús vivía en constante unión con el Padre, y esto era lo que suscitaba en los discípulos el deseo de vivir la misma experiencia, aprendiendo de Él la comunión y el diálogo incesante con Dios (Mensaje, 25  de abril).   

*Si el sacerdote es el “hombre de Dios”, que pertenece a Dios y que ayuda a conocerlo y amarlo, no puede dejar de cultivar una profunda intimidad con Él, permanecer en su amor, dedicando tiempo a la escucha de su Palabra (Mensaje, 25 de abril). 

*Otro aspecto de la consagración sacerdotal y de la vida religiosa es el don total de sí mismo a Dios (Mensaje, 25 de abril).  

*Un  aspecto que no puede dejar de caracterizar al sacerdote y a la persona consagrada es el vivir la comunión (Mensaje, 25 de abril). 

*Es importante llevar una vida indivisa, que muestre la belleza de ser sacerdote. La existencia misma de los religiosos y de las religiosas habla del amor de Cristo, cuando le siguen con plena fidelidad al Evangelio y asumen con alegría sus criterios de juicio y conducta (Mensaje, 25 de abril). 

*Llegan a ser “signo de contradicción” para el mundo, cuya lógica está inspirada muchas veces por el materialismo, el egoísmo y el individualismo (Mensaje, 25 de abridle). 

*Todo presbítero, todo consagrado y toda consagrada, fieles a su vocación, transmiten la alegría de servir a Cristo, e invitan a todos los cristianos a responder a la llamada universal a la santidad (Mensaje, 25 de abril).

 MAYO 

*Ningún hombre por sí mismo, partiendo de sus propias fuerzas, puede poner a otro en contacto con Dios. El don l tarea de crear este contacto, es parte esencial de la gracia del sacerdocio (Audiencia, 5 de mayo). 

JUNIO 

*El sacerdote no es simplemente alguien que realiza un oficio, como aquellos que toda sociedad necesita para que puedan cumplir en ella ciertas funciones (Homilía, 11 de junio). 

*El sacerdocio no es un simple “oficio”, sino un sacramento: Dios se vale de  un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor (Homilía, 11 de junio). 

*Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar; esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra “sacerdocio” (Homilía, 11 de junio). 

*Queridos hermanos en el sacerdocio, en el día de la ordenación sacerdotal, el obispo os confió la tarea de presidir la Eucaristía. Apreciad siempre el ejercicio de esta misión: celebrad los misterios divinos con intensa participación interior, para que los hombres y las mujeres de nuestra ciudad puedan ser santificados, puestos en contacto con Dios, verdad absoluta y amor eterno (Discurso, 15 de junio). 

*El sacramento del Orden manifiesta, de parte de Dios, su solícita cercanía a los hombres y, de parte de quien lo recibe, la plena disponibilidad a convertirse en instrumento de esta cercanía, con una amor radical a Cristo y a la Iglesia (Ángelus, 20 de junio). 

*Una indicación bien precisa para la vida y la misión del sacerdote: en la oración está llamado a descubrir el rostro siempre nuevo del Señor y el contenido más auténtico de su misión (Homilía, 20 de junio). 

*Solamente quien tiene una relación íntima con el Señor es aferrado por él, puede llevarlo a los demás, puede ser enviado (Homilía, 20 de junio). 

*La gracia del presbiterado os unirá íntimamente, más aún, estructuralmente a la Eucaristía (Homilía, 20 de junio). 

JULIO

*Deseo exhortar a los sacerdotes a hacerse testigos claros y creíbles de la buena noticia de la reconciliación con Dios, ayudando al hombre de hoy a recuperar el sentido del pecado y del perdón de Dios (Homilía, 4 de julio). 

SEPTIEMBRE

*Queridos sacerdotes: Predicad el evangelio con un corazón puro y con recta conciencia. Dedicaos sólo a Dios y seréis ejemplo luminoso de santidad, de vida sencilla, alegre (Homilía, 18 de septiembre).

*Los Obispos y sacerdotes, por su propia misión, son los primeros llamados a una vida dedicada al servicio de la Palabra, a anunciar el Evangelio, a celebrar los sacramentos y a formar a los fieles en el conocimiento auténtico de las Escrituras. También los diáconos han de sentirse llamados a colaborar, según su misión, en este compromiso de evangelización (Exhortación Apostólica-94, 30 de septiembre).  

OCTUBRE

*Sacerdotes, sed siempre hombres de oración, para ser también maestros de oración (Discurso, 3 de octubre). 

*Sacerdotes, que vuestras jornadas estén marcadas por los tiempos de la oración, durante los cuales, siguiendo el modelo de Jesús, os detenéis en una conversación regeneradora con el Padre (Discurso, 3 de octubre). 

*Debemos convencernos de que el momento de la oración es fundamental, pues en ella actúa con más eficacia la gracia divina, dando fecundidad al ministerio (Discurso, 3 de octubre). 

*Nos apremian muchas cosas, pero si no estamos interiormente en comunión con Dios no podemos dar nada ni siquiera a los demás (Discurso, 3 de octubre). 

*Debemos reservar siempre el tiempo necesario para “estar con él” (Discurso, 3 de octubre). 

*El sacerdote encuentra siempre, y de manera inmutable, la fuente de su identidad en Cristo Sacerdote (Discurso, 3 de octubre). 

*No es el mundo el que fija nuestro estatuto, según las necesidades y las concepciones de las funciones sociales (Discurso, 3 de octubre). 

*El sacerdote es para los fieles: los anima y los sostiene en el ejercicio del sacerdocio común de los bautizados, en su camino de fe, en cultivar la esperanza, en vivir la caridad, el amor de Cristo (Discurso, 3 de octubre).  

*El sacerdote no puede estar lejos de las preocupaciones diarias del pueblo de Dios; más aún, debe estar muy cerca, pero como sacerdote, siempre en la perspectiva de la salvación y del reino de Dios (Discurso, 3 de octubre). 

*Quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un “hombre de Dios” (Carta, 18 de octubre). 

*Por eso, lo más importante en el camino hacia el sacerdocio, y durante toda la vida sacerdotal, es la relación personal con Dios en Jesucristo (Carta, 18 de octubre).

*El sacerdote no es el administrador de una asociación, que intenta mantenerla e incrementar el número de sus miembros. Es el mensajero de Dios entre los hombres. Quiere llevarlos a Dios, y que así crezca la comunión entre ellos. Por esto, queridos amigos, es tan importante que aprendáis a vivir en contacto permanente con Dios (Carta, 18 de octubre).  

*Cuando, sin embargo, los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas lo exigieran, los pastores tienen el grave deber de emitir un juicio moral, también en cuestiones políticas (Discurso, 28 de octubre). 

*Al formular estos juicios, los pastores deben tener en cuenta el valor absoluto de aquellos preceptos morales negativos que declaran moralmente inaceptable la elección de una determinada acción intrínsecamente mala e incompatible con la dignidad humana; tal elección no puede ser redimida por la bondad de cualquier fin, consecuencia o circunstancia (Discurso, 28 de octubre).

*Esto significa también que en determinadas ocasiones, los pastores deben también recordar a todos los ciudadanos el derecho, que es también un deber, de usar libremente el propio voto para la promoción del bien común (Discurso, 28 de octubre).
NOVIEMBRE

*La doctrina social debe inscribirse también en la preparación pastoral y cultural de aquellos que, en la comunidad eclesial, son llamados al sacerdocio (Mensaje, 3 de noviembre).  

DICIEMBRE 

*En nosotros, sacerdotes, y en los laicos, precisamente en los jóvenes, se ha renovado la convicción del don que representa el sacerdocio de la Iglesia católica, que el Señor nos ha confiado. Nos hemos dado cuenta nuevamente de lo bello que es el que seres humanos tengan la facultad de pronunciar en nombre de Dios y con pleno poder la palabra del perdón, y así puedan cambiar el mundo, la vida; qué hermoso el que seres humanos estén autorizados a pronunciar las palabras de la consagración, con las que el Señor atrae a sí una parte del mundo, transformándola en sustancia suya en un determinado lugar; qué bello poder estar, con la fuerza del Señor, cerca de los hombres en sus gozos y desventuras, en los momentos importantes y en aquellos oscuros de la vida; qué bello tener como cometido en la propia existencia no esto o aquello, sino sencillamente el ser mismo del hombre, para ayudarlo a que se abra a Dios y sea vivido a partir de Dios (Discurso, 20 de diciembre).

*Ésta es la ocasión para dar las gracias también a tantos buenos sacerdotes que transmiten con humildad y fidelidad la bondad del Señor y, en medio de la devastación, son testigos de la belleza permanente del sacerdocio (Discurso, 20 de diciembre).

AÑO 2011

FEBRERO

*El pastor no debe ser una caña que se dobla según sopla el viento, un siervo del espíritu del tiempo. El ser intrépido, la valentía de oponerse a las corrientes del momento pertenece de modo esencial a la tarea del pastor. No debe ser una caña, sino —según la imagen del primer salmo— debe ser como un árbol que tiene raíces profundas en las cuales permanece firme y bien fundamentado. Lo cual no tiene nada que ver con la rigidez o la inflexibilidad. Sólo donde hay estabilidad hay también crecimiento (Homilía 5 de febrero).

*He subrayado varias veces que el seminario es una etapa muy valiosa de la vida, en la que el candidato al sacerdocio hace experiencia de ser «un discípulo de Jesús». Para este tiempo destinado a la formación, se requiere una cierta distancia, un cierto «desierto», porque el Señor habla al corazón con una voz que se oye si hay silencio; pero se requiere también la disponibilidad a vivir juntos, a amar la «vida de familia» y la dimensión comunitaria que anticipan la «fraternidad sacramental» que debe caracterizar a todo presbiterio diocesano  y que recordé también en mi reciente Carta a los seminaristas: «no se llega a ser sacerdote solo. Hace falta la “comunidad de discípulos”, el grupo de los que quieren servir a la Iglesia de todos» (Discurso, 7 de febrero). 

*Internet, por su capacidad de superar las distancias y de poner en contacto recíproco a las personas, presenta grandes posibilidades también para la Iglesia y su misión. Con el discernimiento necesario para su uso inteligente y prudente, es un instrumento que puede servir no sólo para los estudios, sino también para la acción pastoral de los futuros presbíteros en los distintos campos eclesiales, como la evangelización, la acción misionera, la catequesis, los proyectos educativos y la gestión de las instituciones (Discurso, 7 de febrero).

*El ministerio apostólico sólo es eficaz y produce frutos de salvación en los corazones si el predicador es testigo personal de Jesús y sabe ser instrumento a su disposición, estrechamente unido a él por la fe en su Evangelio y en su Iglesia, por una vida moralmente coherente y por una oración incesante como el amor. Y esto vale para todo cristiano que quiera vivir con compromiso y fidelidad su adhesión a Cristo. Gracias (Audiencia, 9 de febrero).

*El sacerdocio cristiano no es un fin en sí mismo. Lo quiso Jesús en función del nacimiento y de la vida de la Iglesia. Todo sacerdote, por tanto, puede decir a los fieles, parafraseando a san Agustín: Vobiscum christianus, pro vobis sacerdos (Discurso, 12 de febrero).

*La gloria y el gozo del sacerdocio es servir a Cristo y su Cuerpo místico. Representa una vocación sumamente hermosa y singular en el seno de la Iglesia, que hace presente a Cristo, porque participa del único y eterno sacerdocio de Cristo (Discurso, 12 de febrero).

*No existe crecimiento verdadero y fecundo en la Iglesia sin una auténtica presencia sacerdotal que lo sostenga y lo alimente (Discurso, 12 de febrero).

*Si no se entra en el diálogo eterno que el Hijo mantiene con el Padre en el Espíritu Santo no es posible ninguna vida común auténtica (Discurso, 12 de febrero).

*Hay que estar con Jesús para poder estar con los demás. Este es el corazón de la misión (Discurso, 12 de febrero).

*En la compañía de Cristo y de los hermanos cada sacerdote puede encontrar las energías necesarias para hacerse cargo de los hombres, para hacerse cargo de las necesidades espirituales y materiales que encuentra, para enseñar con palabras siempre nuevas, dictadas por el amor, las verdades eternas de la fe de las que tienen sed también nuestros contemporáneos (Discurso, 12 de febrero).

MARZO 

*No se es sacerdote sólo por un tiempo; se es siempre, con toda el alma, con todo el corazón. Este ser con Cristo y ser embajador de Cristo, este ser para los demás, es una misión que penetra nuestro ser y debe penetrar cada vez más en la totalidad de nuestro ser (Lectio divina, 10 de marzo).

*«Servir» debe ser determinante también para nosotros: somos servidores. Y «servir» quiere decir no hacer lo que yo me propongo, lo que para mí sería más agradable; «servir» quiere decir dejarme imponer el peso del Señor, el yugo del Señor; «servir» quiere decir no buscar mis preferencias, mis prioridades, sino realmente «ponerme al servicio del otro». Esto quiere decir que también nosotros a menudo debemos hacer cosas que no parecen inmediatamente espirituales y no responden siempre a nuestras elecciones (lectio divina, 10 de marzo).

*Es importante este aspecto concreto del servicio, porque no elegimos nosotros qué hacer, sino que somos servidores de Cristo en la Iglesia y trabajamos como la Iglesia nos dice, donde la Iglesia nos llama, y tratamos de ser precisamente así: servidores que no hacen su voluntad, sino la voluntad del Señor. En la Iglesia somos realmente embajadores de Cristo y servidores del Evangelio (lectio divina, 10 de marzo).

*«He servido al Señor con toda humildad». También «humildad» es una palabra clave del Evangelio, de todo el Nuevo Testamento. En la humildad nos precede el Señor. En la carta a los Filipenses, san Pablo nos recuerda que Cristo, que estaba sobre todos nosotros, que era realmente divino en la gloria de Dios, se humilló, se despojó de su rango haciéndose hombre, aceptando toda la fragilidad del ser humano, llegando hasta la obediencia última de la cruz  (Lectio divina, 10 de marzo).

*«Humildad» no quiere decir falsa modestia —agradecemos los dones que el Señor nos ha concedido—, sino que indica que somos conscientes de que todo lo que podemos hacer es don de Dios, se nos concede para el reino de Dios (Lectio divina, 10 de marzo).

*Trabajamos con esta «humildad», sin tratar de aparecer. No buscamos alabanzas, no buscamos que nos vean; para nosotros no es un criterio decisivo pensar qué dirán de nosotros en los diarios o en otros sitios, sino qué dice Dios (lectio divina, 10 de marzo).

*Esta es la verdadera humildad: no aparecer ante los hombres, sino estar en la presencia de Dios y trabajar con humildad por Dios, y de esta manera servir realmente también a la humanidad y a los hombres (Lectio divina, 10 de marzo).

*Esto es importante: el Apóstol no predica un cristianismo «a la carta», según sus gustos; no predica un Evangelio según sus ideas teológicas preferidas; no se sustrae al compromiso de anunciar toda la voluntad de Dios, también la voluntad incómoda, incluidos los temas que personalmente no le agradan tanto. Nuestra misión es anunciar toda la voluntad de Dios, en su totalidad y sencillez última (Lectio divina, 10 de marzo).

*Pero es importante el hecho de que debemos predicar y enseñar —como dice san Pablo—, y proponer realmente toda la voluntad de Dios (Lectio divina, 10 de marzo).

*Y pienso que si el mundo de hoy tiene curiosidad de conocer todo, mucho más nosotros deberemos tener la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría ser más interesante, más importante, más esencial para nosotros que conocer lo que Dios quiere, conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad interior debería ser también nuestra curiosidad por conocer mejor, de modo más completo, la voluntad de Dios (Lectio divina, 10 de marzo).

*Creer en Dios como se ha revelado en Cristo es también la riqueza interior de esta fe, las respuestas que da a nuestras preguntas, también las respuestas que en un primer momento no nos gustan y que, sin embargo, son el camino de la vida, el verdadero camino; en cuanto afrontamos estas cosas, aunque no nos resulten tan agradables, podemos comprender, comenzamos a comprender lo que es realmente la verdad.

*También esto me parece importante: tener las prioridades justas. Ciertamente debemos estar atentos a nuestra salud, a trabajar con racionabilidad, pero también debemos saber que el valor último es estar en comunión con Cristo; vivir nuestro servicio y perfeccionarlo lleva a completar la carrera (Lectio divina, 10 de marzo).

*Es importante que también en la vejez, aunque pasen los años, no perdamos el celo, la alegría de haber sido llamados por el Señor. Yo diría que, en cierto sentido, al inicio del camino sacerdotal es fácil estar llenos de celo, de esperanza, de valor, de actividad, pero al ver cómo van las cosas, al ver que el mundo sigue igual, al ver que el servicio se hace pesado, se puede perder fácilmente un poco este entusiasmo (Lectio divina, 10 de marzo).

*El sacerdocio no es una realidad en la que uno encuentra una ocupación, una profesión útil, hermosa, que le agrada y se elige. ¡No! Nos ha constituido el Espíritu Santo. Sólo Dios nos puede hacer sacerdotes; sólo Dios puede elegir a sus sacerdotes; y, si somos elegidos, somos elegidos por él. Aquí aparece claramente el carácter sacramental del presbiterado y del sacerdocio, que no es una profesión que debe desempeñarse porque alguien debe administrar las cosas, y también debe predicar. No es algo que hagamos nosotros solamente. Es una elección del Espíritu Santo, y en esta voluntad del Espíritu Santo, voluntad de Dios, vivimos y buscamos cada vez más dejarnos llevar de la mano por el Espíritu Santo, por el Señor mismo (Lectio divina, 10 de marzo).

*En comunión con Cristo estamos llamados a socorrer a los débiles con nuestro amor, con nuestras obras (Lectio divina, 10 de marzo).

*Ante Cristo crucificado todo el cosmos, el cielo, la tierra y el abismo, se arrodilla (cf. Flp 2, 10-11). Él es realmente expresión de la verdadera grandeza de Dios. La humildad de Dios, el amor hasta la cruz, nos demuestra quién es Dios (Lectio divina, 10 de marzo).

*Oremos al Señor para que nos ayude a estar cada vez más impregnados de su Palabra, a ser cada vez más testigos y no sólo maestros (Lectio divina, 10 de marzo).

*La fiel y generosa disponibilidad de los sacerdotes a escuchar las confesiones, a ejemplo de los grandes santos de la historia, como san Juan María Vianney, san Juan Bosco, san Josemaría Escrivá, san Pío de Pietrelcina, san José Cafasso y san Leopoldo Mandić, nos indica a todos que el confesonario puede ser un «lugar» real de santificación (Discurso, 25 de marzo).

*la misión sacerdotal constituye un punto de observación único y privilegiado, que permite contemplar diariamente el esplendor de la Misericordia divina. Cuántas veces en la celebración del sacramento de la Penitencia, el sacerdote asiste a auténticos milagros de conversión que, renovando el «encuentro con un acontecimiento, una Persona» (Deus caritas est, 1), fortalecen también su fe (Discurso, 25 de marzo).

*En el fondo, confesar significa asistir a tantas «professiones fidei» cuantos son los penitentes, y contemplar la acción de Dios misericordioso en la historia, palpar los efectos salvadores de la cruz y de la resurrección de Cristo, en todo tiempo y para todo hombre (Discurso, 25 de marzo).

*Con frecuencia nos encontramos ante auténticos dramas existenciales y espirituales, que no hallan respuesta en las palabras de los hombres, pero que son abrazados y asumidos por el Amor divino, que perdona y transforma: «Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve» (Is 1, 18). Conocer y, en cierto modo, visitar el abismo del corazón humano, incluso en sus aspectos oscuros, por un lado pone a prueba la humanidad y la fe del propio sacerdote; y, por otro, alimenta en él la certeza de que la última palabra sobre el mal del hombre y de la historia es de Dios, es de su misericordia, capaz de hacerlo nuevo todo (Discurso, 25 de marzo).

*¡Cuánto puede aprender el sacerdote de penitentes ejemplares por su vida espiritual, por la seriedad con que hacen el examen de conciencia, por la transparencia con que reconocen su pecado y por la docilidad a la enseñanza de la Iglesia y a las indicaciones del confesor! De la administración del sacramento de la Penitencia podemos recibir profundas lecciones de humildad y de fe. Es una llamada muy fuerte para cada sacerdote a la conciencia de su propia identidad (Discurso, 25 de marzo).

*Nunca podríamos escuchar únicamente en virtud de nuestra humanidad las confesiones de los hermanos. Si se acercan a nosotros es sólo porque somos sacerdotes, configurados con Cristo sumo y eterno Sacerdote, y hemos sido capacitados para actuar en su nombre y en su persona, para hacer realmente presente a Dios que perdona, renueva y transforma (Discurso, 25 de marzo).

*La celebración del sacramento de la Penitencia tiene un valor pedagógico para el sacerdote, en orden a su fe, a la verdad y pobreza de su persona, y alimenta en él la conciencia de la identidad sacramental (Discurso, 25 de marzo).

*Queridos sacerdotes, no dejéis de dar un espacio oportuno al ejercicio del ministerio de la Penitencia en el confesonario: ser acogidos y escuchados constituye también un signo humano de la acogida y de la bondad de Dios hacia sus hijos (Discurso, 25 de marzo).

*Queridos sacerdotes, que experimentar nosotros en primer lugar la Misericordia divina y ser sus humildes instrumentos nos eduque a una celebración cada vez más fiel del sacramento de la Penitencia y a una profunda gratitud hacia Dios, que «nos encargó el ministerio de la reconciliación» [2 Co 5, 18] (Discurso, 25 de marzo).

 

JUNIO

*Alimentad vuestro compromiso en la fuente de la Escritura, los Sacramentos y la constante alabanza a Dios, abiertos y dóciles a la acción del Espíritu Santo; así seréis operadores eficaces de la nueva evangelización, que estáis llamados a llevar a cabo junto con los laicos, de manera coordinada y sin confusión entre lo que depende del ministerio ordenado y lo que pertenece al sacerdocio universal de los bautizados (Discurso, 5 de junio).

JULIO

Queridos sacerdotes: Agradeced siempre el don recibido, para que podáis servir, con amor y entrega, al pueblo de Dios encomendado a vuestros cuidados. Anunciad el Evangelio con valentía y fidelidad, sed testigos de la misericordia de Dios y, guiados por el Espíritu Santo, sabed indicar la verdad, sin temer el diálogo con la cultura y con los que buscan a Dios (Discurso, 2 de julio).

AGOSTO

*Queridos amigos, os preparáis para ser apóstoles con Cristo y como Cristo, para ser compañeros de viaje y servidores de los hombres. ¿Cómo vivir estos años de preparación? Ante todo, deben ser años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia (Homilía, 20de agosto).

*Iglesia que es comunidad e institución, familia y misión, creación de Cristo por su Santo Espíritu y a la vez resultado de quienes la conformamos con nuestra santidad y con nuestros pecados. Así lo ha querido Dios, que no tiene reparo en hacer de pobres y pecadores sus amigos e instrumentos para la redención del género humano (Homilía, 20 de agosto).

*La santidad de la Iglesia es ante todo la santidad objetiva de la misma persona de Cristo, de su evangelio y de sus sacramentos, la santidad de aquella fuerza de lo alto que la anima e impulsa. Nosotros debemos ser santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que queremos significar (Homilía, 20 de agosto).

*Meditad bien este misterio de la Iglesia, viviendo los años de vuestra formación con profunda alegría, en actitud de docilidad, de lucidez y de radical fidelidad evangélica, así como en amorosa relación con el tiempo y las personas en medio de las que vivís. Nadie elige el contexto ni a los destinatarios de su misión. Cada época tiene sus problemas, pero Dios da en cada tiempo la gracia oportuna para asumirlos y superarlos con amor y realismo. Por eso, en cualquier circunstancia en la que se halle, y por dura que esta sea, el sacerdote ha de fructificar en toda clase de obras buenas, guardando para ello siempre vivas en su interior las palabras del día de su Ordenación, aquellas con las que se le exhortaba a configurar su vida con el misterio de la cruz del Señor (Homilía, 20 de agosto).

*Configurarse con Cristo comporta, queridos seminaristas, identificarse cada vez más con Aquel que se ha hecho por nosotros siervo, sacerdote y víctima. Configurarse con Él es, en realidad, la tarea en la que el sacerdote ha de gastar toda su vida. Ya sabemos que nos sobrepasa y no lograremos cumplirla plenamente, pero, como dice san Pablo, corremos hacia la meta esperando alcanzarla (Homilía, 20 de agosto).

*Pero Cristo, Sumo Sacerdote, es también el Buen Pastor, que cuida de sus ovejas hasta dar la vida por ellas. Para imitar también en esto al Señor, vuestro corazón ha de ir madurando en el Seminario, estando totalmente a disposición del Maestro. Esta disponibilidad, que es don del Espíritu Santo, es la que inspira la decisión de vivir el celibato por el Reino de los cielos, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la austeridad de vida y la obediencia sincera y sin disimulo (Homilía, 20 de agosto).

*Pedidle, pues, a Él, que os conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con vuestra ayuda, se conviertan y vuelvan al buen camino. Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad. Afrontad este reto sin complejos ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales (Homilía, 20 de agosto).

*Apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia. Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia (Homilía, 20 de agosto).

*Alentados por vuestros formadores, abrid vuestra alma a la luz del Señor para ver si este camino, que requiere valentía y autenticidad, es el vuestro, avanzando hacia el sacerdocio solamente si estáis firmemente persuadidos de que Dios os llama a ser sus ministros y plenamente decididos a ejercerlo obedeciendo las disposiciones de la Iglesia (Homilía, 20 de agosto).

*Con esa confianza, aprended de Aquel que se definió a sí mismo como manso y humilde de corazón, despojándoos para ello de todo deseo mundano, de manera que no os busquéis a vosotros mismos, sino que con vuestro comportamiento edifiquéis a vuestros hermanos, como hizo el santo patrono del clero secular español, san Juan de Ávila. Animados por su ejemplo, mirad, sobre todo, a la Virgen María, Madre de los sacerdotes. Ella sabrá forjar vuestra alma según el modelo de Cristo, su divino Hijo, y os enseñará siempre a custodiar los bienes que Él adquirió en el Calvario para la salvación del mundo (Homilía, 20 de agosto).

SEPTIEMBRE

*Queridos sacerdotes, por el don que habéis recibido en la ordenación, estáis llamados a servir como pastores a la comunidad eclesial, que es «familia de familias», y, por lo tanto, a amar a cada uno con corazón paterno, con auténtico desprendimiento de vosotros mismos, con entrega plena, continua y fiel: vosotros sois signo vivo que remite a Jesucristo, el único Buen Pastor. Conformaos a él, a su estilo de vida, con ese servicio total y exclusivo del que el celibato es expresión (Discurso, 11 de septiembre).

*También el sacerdote tiene una dimensión esponsal; es identificarse con el corazón de Cristo Esposo que da la vida por la Iglesia, su esposa (Discurso, 11 de septiembre).

 

*Cultivad una profunda familiaridad con la Palabra de Dios, luz en vuestro camino (Discurso, 11 de septiembre).

*Que la celebración cotidiana y fiel de la Eucaristía sea el lugar donde se obtenga la fuerza para donaros vosotros mismos cada día en el ministerio y vivir constantemente en la presencia de Dios: es él vuestra morada y vuestra herencia (Discurso, 11 de septiembre).

*Alentad a los cónyuges, compartid sus responsabilidades educativas, ayudadles a renovar continuamente la gracia de su matrimonio. Haced a la familia protagonista en la acción pastoral. Sed acogedores y misericordiosos, también con quienes les cuesta más cumplir con los compromisos asumidos con el vínculo matrimonial y con cuantos, lamentablemente, han faltado a ellos (Discurso, 11 de septiembre).

OCTUBRE

*Queridos sacerdotes, os exhorto a arraigar cada vez más vuestra vida espiritual en el Evangelio, cultivando la vida interior, una intensa relación con Dios, y alejándoos con decisión de cierta mentalidad consumista y mundana, que es una tentación constante en la realidad en que vivimos. Aprended a crecer en la comunión entre vosotros y con el obispo, entre vosotros y los fieles laicos, favoreciendo la estima y la colaboración recíprocas: de ello derivarán sin duda múltiples beneficios tanto para la vida de las parroquias como para la misma sociedad civil. Sabed valorar, con discernimiento, según los conocidos criterios de eclesialidad, los grupos y movimientos: deben integrarse bien dentro de la pastoral ordinaria de la diócesis y de las parroquias, con un profundo espíritu de comunión (Homilía, 9 de octubre).

NOVIEMBRE

*La vocación apostólica vive gracias a la relación personal con Cristo, alimentada con la oración asidua y animada por el celo de comunicar el mensaje recibido y la misma experiencia de fe de los Apóstoles (Homilía, 4 de noviembre).

*Para que haya una creciente consonancia con Cristo en la vida del sacerdote, se requieren algunas condiciones. Quiero subrayar tres, que emergen de la lectura que hemos escuchado: la aspiración a colaborar con Jesús en la difusión del reino de Dios, la gratuidad del compromiso pastoral y la actitud de servicio (Homilía, 4 de noviembre).

*En la llamada al ministerio sacerdotal está ante todo el encuentro con Jesús y el ser atraídos, conquistados por sus palabras, por sus gestos, por su misma persona. Es haber distinguido su voz entre las numerosas voces, respondiendo como san Pedro: «Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» [Jn 6, 68-69]. Es como haber sido alcanzados por la irradiación de bien y de amor que emana de él, sentirse implicados y partícipes con él hasta el punto de desear permanecer con él como los dos discípulos de Emaús —«quédate con nosotros porque atardece» [Lc 24, 29]— y de llevar al mundo el anuncio del Evangelio (Homilía, 4 de noviembre).

*Dios Padre envió al Hijo eterno al mundo para realizar su plan de salvación. Jesucristo constituyó a la Iglesia para que se extendieran en el tiempo los efectos benéficos de la redención. La vocación de los sacerdotes tiene su raíz en esta acción del Padre, realizada en Cristo, a través del Espíritu Santo. Así, el ministro del Evangelio es aquel que se deja conquistar por Cristo, que sabe «permanecer» con él, que entra en sintonía, en íntima amistad con él, para que todo se cumpla «como Dios quiere» (1 P 5, 2), según su voluntad de amor, con gran libertad interior y con profunda alegría del corazón (Homilía, 4 de noviembre).

*Nunca hay que olvidar que se entra en el sacerdocio a través del Sacramento, de la ordenación, y esto significa precisamente abrirse a la acción de Dios eligiendo cada día entregarse por él y por los hermanos, según el dicho evangélico: «Gratis habéis recibido, dad gratis» [Mt 10, 8] (Homilía, 4 de noviembre).

*La llamada del Señor al ministerio no es fruto de méritos particulares; es un don que es preciso acoger y al que se debe corresponder dedicándose no a un proyecto propio, sino al de Dios, de modo generoso y desinteresado, para que él disponga de nosotros según su voluntad, aunque esta pudiera no corresponder a nuestros deseos de autorrealización. Amar junto a Aquel que nos amó primero y se entregó totalmente a sí mismo. Es estar dispuestos a dejarse implicar en su acto de amor pleno y total al Padre y a todos hombres consumado en el Calvario. No debemos olvidar nunca —como sacerdotes— que la única elevación legítima hacia el ministerio de pastor no es la del éxito, sino la de la cruz (Homilía, 4 de noviembre).

*Ser sacerdotes quiere decir ser servidores también con una vida ejemplar: «Sed modelos del rebaño» es la invitación del apóstol san Pedro [1 Pt 5, 3] (Homilía, 4 de noviembre).

*Los presbíteros son dispensadores de los medios de salvación, de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y de la Penitencia; no disponen de ellos a su arbitrio, sino que son sus humildes servidores para el bien del pueblo de Dios. Así pues, es una vida marcada profundamente por este servicio: por el atento cuidado del rebaño, por la celebración fiel de la liturgia y por la generosa solicitud hacia todos los hermanos, especialmente hacia los más pobres y necesitados. Al vivir esta «caridad pastoral» siguiendo el ejemplo de Cristo y con Cristo, en cualquier lugar donde el Señor lo llama, todo sacerdote podrá realizarse plenamente y realizar su vocación (Homilía, 4 de noviembre).

*Queridos sacerdotes, la responsabilidad de promover la paz, la justicia y la reconciliación, os incumbe de una manera muy particular. En efecto, por la sagrada ordenación que recibisteis, y por los sacramentos que celebráis, estáis llamados a ser hombres de comunión (Discurso, 19 de noviembre).

*Así como el cristal no retiene la luz, sino que la refleja y la devuelve, de igual modo el sacerdote debe dejar transparentar lo que celebra y lo que recibe. Por tanto os animo a dejar trasparentar a Cristo en vuestra vida con una auténtica comunión con el obispo, con una bondad real hacia vuestros hermanos, una profunda solicitud por cada bautizado y una gran atención hacia cada persona (Discurso, 19 de noviembre).

*Dejándoos modelar por Cristo, no cambiéis jamás la belleza de vuestro ser sacerdotes por realidades efímeras, a veces malsanas, que la mentalidad contemporánea intenta imponer a todas las culturas (Discurso, 19 de noviembre).

*Os exhorto, queridos sacerdotes, a no subestimar la grandeza insondable de la gracia divina depositada en vosotros y que os capacita a vivir al servicio de la paz, la justicia y la reconciliación (Discurso, 19 de noviembre).

*Queridos seminaristas, os animo a poneros en la escuela de Cristo para adquirir las virtudes que os ayudarán a vivir el sacerdocio ministerial como el lugar de vuestra santificación (Discurso, 19 de noviembre).

*Sin la lógica de la santidad, el ministerio no es más que una simple función social. La calidad de vuestra vida futura depende de la calidad de vuestra relación personal con Dios en Jesucristo, de vuestros sacrificios, de la feliz integración de las exigencias de vuestra formación actual (Discurso, 19 de noviembre).

*Ante los retos de la existencia humana, el sacerdote de hoy como el de mañana – si quiere ser testigo creíble al servicio de la paz, la justicia y la reconciliación – debe ser un hombre humilde y equilibrado, prudente y magnánimo (Discurso, 19 de noviembre).

*Como estrechos e indispensables colaboradores del Obispo, los sacerdotes tienen la responsabilidad de continuar la obra de la evangelización (Exhort Apost. Africae Munus 108, 19 de noviembre).

*Queridos sacerdotes, recordad que vuestro testimonio de vida pacífica, por encima de los confines tribales y raciales, puede tocar los corazones. La llamada a la santidad nos invita a ser pastores según el corazón de Dios, que apacientan la grey con justicia. Ceder a la tentación de convertiros en guías políticos o trabajadores sociales, traicionaría vuestra misión sacerdotal y frustraría a la sociedad, que espera de vosotros palabras y gestos proféticos (Exhort. Apost. Africae Munus 108, 19 de noviembre).

 *Vivid con sencillez, humildad y amor filial la obediencia al Obispo de vuestra diócesis (Exhort. Apost. Africae Munus 110, 19 de noviembre).

*Edificad las comunidades cristianas con el ejemplo, viviendo con verdad y alegría vuestros compromisos sacerdotales: el celibato en castidad y el desapego de los bienes materiales. Vividos con madurez y serenidad, estos signos son particularmente conformes al estilo de vida de Jesús (Exhort. Apost. Africae Munus 111, 19 de noviembre).

*Todo sacerdote debe sentirse feliz de servir a la Iglesia (Exhort. Apost. Africae Munus 111, 19 de noviembre).

*Seguir a Cristo en el camino del sacerdocio requiere tomar decisiones. No siempre son fáciles de vivir. Las exigencias del Evangelio, formuladas durante siglos por la enseñanza del Magisterio, son radicales a los ojos del mundo. A veces es difícil seguirlas, pero no imposible. Cristo nos enseña que no podemos servir a dos señores a la vez.  Él se refiere ciertamente al dinero, ese tesoro temporal que puede ocupar nuestro corazón, pero alude también a tantos otros bienes que poseemos: por ejemplo, nuestra vida, nuestra familia, nuestra educación, nuestras relaciones personales. Se trata de bienes preciosos y estupendos que son constitutivos de nuestra persona (exhort. Apost. Africae Munus 112, 19 de noviembre).

*Cristo pide a quien llama que se abandone totalmente a la providencia. Le pide una decisión radical (cf. Mt 7,13-14), que a veces nos resulta difícil de comprender y vivir. Pero si Dios es nuestro verdadero tesoro –esa perla fina que se desea adquirir a toda costa, aunque haya que hacer grandes sacrificios–, entonces desearemos que nuestro corazón y nuestro cuerpo, nuestro espíritu y nuestra mente, sean sólo para Él. Este acto de fe nos permitirá ver con otros ojos lo que nos parece importante, y vivir respecto a nuestro cuerpo, a nuestras relaciones humanas con la familia o los amigos, a la luz de la llamada de Dios y de sus exigencias al servicio de la Iglesia (Exhort. Apost. Africae Munus 112, 19 de noviembre).

*La fecundidad de su futura misión dependerá mucho de su profunda unión con Cristo, de la calidad de su vida de oración y vida interior, de los valores humanos, morales y espirituales que han asimilado durante su formación (Exhort. Apost. Africae Munus, 121, 19 de noviembre).

*El ministerio no es una simple función social, sino que consiste en llevar a Dios al hombre y el hombre a Dios (Audiencia, 23 de noviembre).

AÑO 2012

ENERO

*También la formación del presbítero exige integridad, perfección, ejercicio ascético, constancia y fidelidad heroica, en todos los aspectos que la constituyen; en el fondo debe haber una vida espiritual sólida animada por una intensa relación con Dios a nivel personal y comunitario, con particular cuidado en las celebraciones litúrgicas y en la frecuencia de los sacramentos (Discurso, 20 de enero).

*La vida sacerdotal exige una aspiración creciente a la santidad, un claro sensus Ecclesiae y una apertura a la fraternidad sin exclusiones ni parcialidad. Del camino de santidad del presbítero forma parte también su elección de elaborar, con la ayuda de Dios, la propia inteligencia y el propio compromiso, una cultura personal verdadera y sólida, fruto de un estudio apasionado y constante (Discurso, 20 de enero).

*El Verbo de Dios se hizo carne y el presbítero, auténtico sacerdote del Verbo encarnado, debe ser cada vez más un reflejo, luminoso y profundo, de la Palabra eterna que nos ha sido dada (Discurso, 20 de enero).

FEBRERO

*Uno no puede ser sacerdote sin ser carismático. Ser sacerdote es un carisma. Creo que debemos tener presente esto: que estamos llamados al sacerdocio, que estamos llamados con un don del Señor, con un carisma del Señor. Así, inspirados por su Espíritu, debemos tratar de vivir este carisma nuestro (Lectio divina, 23 de febrero).

*Creo que sólo de este modo se puede entender que la Iglesia en Occidente haya vinculado inseparablemente sacerdocio y celibato: estar en una existencia escatológica hacia el destino último de nuestra esperanza, hacia Dios. Precisamente porque el sacerdocio es un carisma y también debe estar vinculado a un carisma: si no fuese esto, y fuese solamente algo jurídico, sería absurdo imponer un carisma, que es un verdadero carisma; pero si el sacerdocio mismo es carisma, es normal que conviva con el carisma, con el estado carismático de la vida escatológica (Lectio divina, 23 de febrero).

*Pidamos al Señor que nos ayude a comprender cada vez más esto, a vivir cada vez más en el carisma del Espíritu Santo y a vivir así también este signo escatológico de la fidelidad al único Señor, que es necesario precisamente para nuestro tiempo, por la descomposición del matrimonio y de la familia, que sólo pueden componerse a la luz de esta fidelidad a la única llamada del Señor (Lectio divina, 23 de febrero).

 

MARZO

*Queridos sacerdotes y queridos diáconos que os preparáis para el presbiterado: en la administración de este sacramento se os da o se os dará la posibilidad de ser instrumentos de un encuentro siempre renovado de los hombres con Dios. Quienes se dirijan a vosotros, precisamente por su condición de pecadores, experimentarán en sí mismos un deseo profundo: deseo de cambio, petición de misericordia y, en definitiva, deseo de que vuelva a tener lugar, a través del sacramento, el encuentro y el abrazo con Cristo. Seréis por ello colaboradores y protagonistas de muchos posibles «nuevos comienzos», tantos cuantos sean los penitentes que se os acerquen; teniendo presente que el auténtico significado de cada «novedad» no consiste tanto en el abandono o en la supresión del pasado, sino en acoger a Cristo y abrirse a su presencia, siempre nueva y siempre capaz de transformar, de iluminar todas las zonas de sombra y de abrir continuamente un nuevo horizonte (Discurso, 9 de marzo).

*La nueva evangelización, entonces, parte también del confesionario. O sea, parte del misterioso encuentro entre el inagotable interrogante del hombre, signo en él del Misterio creador, y la misericordia de Dios, única respuesta adecuada a la necesidad humana de infinito. Si la celebración del sacramento de la Reconciliación es así, si en ella los fieles experimentan realmente la misericordia que Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, nos ha donado, entonces se convertirán en testigos creíbles de esa santidad, que es la finalidad de la nueva evangelización (Discurso, 9 de marzo).

*El ministro del sacramento de la Reconciliación colabora en la nueva evangelización renovando él mismo, el primero, la consciencia del propio ser penitente y de la necesidad de acercarse al perdón sacramental, a fin de que se renueve el encuentro con Cristo que, iniciado con el Bautismo, ha hallado en el sacramento del Orden una configuración específica y definitiva (Discurso, 9 de marzo).

*Este es mi deseo para cada uno de vosotros: que la novedad de Cristo sea siempre el centro y la razón de vuestra existencia sacerdotal, para que quien se encuentre con vosotros pueda proclamar, a través de vuestro ministerio, como Andrés y Juan: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1, 41). De esta forma cada confesión, de la que cada cristiano saldrá renovado, representará un paso adelante de la nueva evangelización (Discurso, 9 de marzo). 

ABRIL

*Se requiere un vínculo interior, más aún, una configuración con Cristo y, con ello, la necesidad de una superación de nosotros mismos, una renuncia a aquello que es solamente nuestro, a la tan invocada autorrealización. Se pide que nosotros, que yo, no reclame mi vida para mí mismo, sino que la ponga a disposición de otro, de Cristo. Que no me pregunte: ¿Qué gano yo?, sino más bien: ¿Qué puedo dar yo por él y también por los demás? (Homilía, 5 de abril).

*¿Cómo debe llevarse a cabo esta configuración con Cristo, que no domina, sino que sirve; que no recibe, sino que da? (Homilía, 5 de abril).
 
*La configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación (Homilía, 5 de abril).

*No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la cual somos servidores. Pero esto, naturalmente, en modo alguno significa que yo no sostenga esta doctrina con todo mi ser y no esté firmemente anclado en ella (Homilía, 5 de abril).

*Si no nos anunciamos a nosotros mismos e interiormente hemos llegado a ser uno con aquél que nos ha llamado como mensajeros suyos, de manera que estamos modelados por la fe y la vivimos, entonces nuestra predicación será creíble. No hago publicidad de mí, sino que me doy a mí mismo (Homilía, 5 de abril).

*Como sacerdotes, nos preocupamos naturalmente por el hombre entero, también por sus necesidades físicas: de los hambrientos, los enfermos, los sin techo. Pero no sólo nos preocupamos de su cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma del hombre: de las personas que sufren por la violación de un derecho o por un amor destruido; de las personas que se encuentran en la oscuridad respecto a la verdad; que sufren por la ausencia de verdad y de amor. Nos preocupamos por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. Y, en cuanto sacerdotes de Jesucristo, lo hacemos con celo (Homilía, 5 de abril).

*Un sacerdote no se pertenece jamás a sí mismo. Las personas han de percibir nuestro celo, mediante el cual damos un testimonio creíble del evangelio de Jesucristo (Homilía, 5 de abril).

*Resalta con fuerza que, para el sacerdote, celebrar cada día la santa misa no significa proceder a una función ritual, sino cumplir una misión que involucra entera y profundamente la existencia, en comunión con Cristo resucitado quien, en su Iglesia, sigue realizando el sacrificio redentor. Esta dimensión eucarística-sacrificial es inseparable de la dimensión pastoral y constituye su núcleo de verdad y de fuerza salvífica, del que depende la eficacia de toda actividad (Homilía, 29 de abril).

 *La predicación misma, las obras, los gestos de distinto tipo que la Iglesia realiza con sus múltiples iniciativas, perderían su fecundidad salvífica si decayera la celebración del sacrificio de Cristo. Y esta se encomienda a los sacerdotes ordenados (Homilía, 29 de abril).

*El presbítero está llamado a vivir en sí mismo lo que experimentó Jesús en primera persona, esto es, entregarse plenamente a la predicación y a la sanación del hombre de todo mal de cuerpo y espíritu, y después, al final, resumir todo en el gesto supremo de «dar la vida» por los hombres, gesto que halla su expresión sacramental en la Eucaristía, memorial perpetuo de la Pascua de Jesús (Homilía, 29 de abril).

MAYO

*El sacerdote renueva su vida y saca fuerzas para su ministerio de la contemplación de la divina Palabra y del diálogo intenso con el Señor. Es consciente de  que no podrá llevar a Cristo a sus hermanos ni encontrarlo en los pobres y en los enfermos, si no lo descubre antes en la oración ferviente y constante (Discurso, 10 de mayo).

*Es necesario fomentar el trato personal con Aquel al que después se anuncia, celebra y comunica. Aquí está el fundamento de la espiritualidad sacerdotal, hasta llegar a ser signo transparente y testimonio vivo del Buen Pastor (Discurswo, 10 de mayo).

*Animados por las virtudes y el ejemplo de san Juan de Ávila, os invito, pues, a ejercer vuestro ministerio presbiteral con el mismo celo apostólico que lo caracterizaba, con su misma austeridad de vida, así como con el mismo afecto filial que tenía a la santísima Virgen María, Madre de los sacerdotes (Discurso, 10 de mayo).

*El amor a Cristo está en la base de la vida del Pastor, así como de la del consagrado; un amor que no tiene miedo al compromiso y al esfuerzo. Llevad este amor al hombre de nuestro tiempo, a menudo cerrado en su propio individualismo; sed signo de la inmensa misericordia de Dios (Discurso, 13 de mayo).

*La piedad sacerdotal enseña a los sacerdotes a vivir lo que se celebra, a partir la propia vida para aquellos con quienes nos encontramos: compartiendo el dolor, prestando atención a los problemas, acompañando el camino de fe (Discurso, 13 de mayo).

SACERDOTE

*El sacerdote es un servidor de la comunión; y el cumplimiento de esta tarea requiere una relación constante con Cristo y su celo en la caridad y en las obras de misericordia para con todos. Así podrá irradiar la santidad, a la que todos los bautizados están llamados (Exhortación Apostólica-45, 14 de septiembre).

*El celibato sacerdotal es un don inestimable de Dios a su Iglesia, que conviene recibir con gratitud, tanto en Oriente como en Occidente, pues representa un signo profético siempre actual (Exhortación Apostólica-48, 14 de septiembre).

Recopilados por: P. Mariano Esteban Caro