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Sumos Pontífices

Benedicto XVI 

Oración

 

AÑO 2005 

JUNIO

*La oración es contemplación del misterio de Dios y de las maravillas que realiza en la historia de la salvación (Audiencia, 8 de junio).

AGOSTO

*Donde no hay adoración, donde no se tributa a Dios el honor como primera cosa, incluso las realidades del hombre no pueden progresar (Discurso, 21 de agosto). 

AÑO 2006 

SEPTIEMBRE

*La oración no sólo nos lleva hacia Dios; también nos lleva los unos a los otros (Homilía, 10 de septiembre) 

*La oración es una fuerza de paz y alegría (Homilía, 10 de septiembre). 

NOVIEMBRE

*La oración es esperanza en acto. De hecho en la oración se desvela la verdadera razón por la cual es posible esperar (Discurso, 9 de noviembre). 

*Nosotros podemos entrar en contacto con el Señor del mundo; él nos escucha y nosotros podemos escucharlo a él (Discurso, 9 de noviembre). 

AÑO 2007 

MARZO

*Para un cristiano orar no equivale a evadirse de la realidad y de las responsabilidades que implica, sino asumirlas a fondo, confiando en el amor fiel e inagotable del Señor (Ángelus, 4 de marzo). 

*La oración no es algo accesorio, algo opcional; es cuestión de vida o muerte. En efecto, sólo quien ora, es decir, quien se pone en manos de Dios con amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo (Ángelus, 4 de marzo). 

MAYO

*Sabemos que alguna vez el Señor nos hace esperar, pero también sabemos que quien llama no lo hace en vano. Por tanto, sigamos orando al Señor con confianza y con paciencia (Discurso, 24 de mayo). 

SEPTIEMBRE

*Orar por los demás es un gran gesto de caridad (Homilía, 23 de septiembre). 

OCTUBRE

*La oración se convierte en la mayor fuerza de transformación del mundo (Homilía, 21 de octubre). 

*La oración es la que mantiene encendida la llama de la fe (Homilía, 21 de octubre). 

*La oración cristiana no es expresión de fatalismo o de inercia; más bien, es lo opuesto a la evasión de la realidad, al intimismo consolador: es fuerza de esperanza, expresión máxima de la fe en el poder de Dios, que es amor y no nos abandona (Homilía, 21 de octubre). 

NOVIEMBRE

*Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha (Encíclica-32, 30 de noviembre). 

*Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios (Encíclica-32, 30 de noviembre). 

*El que reza nunca está totalmente solo (Encíclica-32, 30 de noviembre). 

*Rezar no significa salir de la historia y retirarse en el rincón privado de la propia felicidad (Encíclica-33, 30 de noviembre). 

AÑO 2008 

FEBRERO

*La oración alimenta la esperanza, porque nada expresa mejor la realidad de Dios en nuestra vida que orar con fe. Incluso en la soledad de la prueba más dura, nada ni nadie puede impedir que nos dirijamos al Padre “en lo secreto” de nuestro corazón, donde sólo él “ve” (Homilía, 6 de febrero). 

*La oración es garantía de apertura a los demás (Homilía, 6 de febrero). 

*Aun cuando sea colectiva, la oración del pueblo de Dios es voz de un solo corazón y de una sola alma; es diálogo de “tú a tú” (Homilía, 6 de febrero). 

*La verdadera oración nunca es egocéntrica; siempre está centrada en los demás (Homilía, 6 de febrero). 

*Sin oración no hay esperanza, sino sólo espejismos (Homilía, 6 de febrero). 

ABRIL

*Sin la fuerza de la oración, sin la unión íntima con el Señor, valen muy poco nuestros esfuerzos humanos (Mensaje, 14 de abril). 

*La oración se transforma en esperanza en acto (Discurso, 19 de abril). 

MAYO

*Junto con la oración y los sacramentos, otros instrumentos inseparables de crecimiento son las obras de caridad, que se han de practicar con fe viva (Homilía, 17 de mayo). 

JUNIO

*La persona que ora nunca está totalmente sola, porque Dios es el único que, en toda situación y en cualquier prueba, siempre puede escucharla y prestarle su ayuda (Discurso, 9 de junio). 

*Con la perseverancia en la oración, el Señor aumenta nuestro deseo y dilata nuestra alma, haciéndonos más capaces de acogerlo en nosotros (Discurso, 9 de junio). 

*El modo correcto de orar es un proceso de purificación (Discurso, 9 de junio). 

DICIEMBRE 

*En el trato íntimo con el Maestro en la oración, maduran las mejores iniciativas pastorales para responder a las necesidades espirituales del pueblo fiel y, así, partiendo de Dios podremos llegar hasta nuestros hermanos con una palabra eficaz de esperanza (Discurso, 4 de diciembre). 

AÑO 2009 

FEBRERO

*Cuando en la oración expresamos nuestra fe, incluso en medio de la oscuridad ya nos encontramos con  el Señor, porque él se nos ofrece (Mensaje, 22 de febrero). 

*La oración perseverante abre el corazón para acoger al Señor (Mensaje, 22 de febrero). 

*La oración es don del Espíritu, que nos hace hombres y mujeres de esperanza (Mensaje, 22 de febrero). 

*Orar mantiene el mundo abierto a Dios (Mensaje, 22 de febrero). 

*Dad espacio en vuestra vida a la oración (Mensaje, 22 de febrero). 

*Está bien orar solos, pero es más hermoso y fructuoso orar juntos, porque el Señor nos ha asegurado su presencia cuando dos o tres se reúnen en su nombre (Mensaje, 22 de febrero). 

*En la oración, está presente en nuestro corazón la relación con Dios, que se convierte siempre también en oración explícita (Homilía, 25 de febrero) 

MARZO

*El trato permanente con el Señor mediante una intensa vida de oración y una adecuada formación espiritual y doctrinal aumenta en todos los cristianos el gozo de creer y celebrar su fe y la alegría de pertenecer a la Iglesia, impulsándolos así a participar activamente en la misión de proclamar la Buena Noticia a todos los hombres (Discurso, 14 de marzo). 

ABRIL

*Quisiera insistir también en la importancia de la oración frente al activismo o a una visión secularizada del servicio caritativo de los cristianos (Discurso, 30 de abril). 

*Este contacto asiduo con Cristo en la plegaria transforma el corazón de los creyentes, abriéndolo a las necesidades de los demás (Discurso, 30 de abril). 

JUNIO

*No podemos hablar a Dios en la oración, si no dejamos que hable antes él mismo, si no lo escuchamos en la palabra que él nos ha donado (Homilía, 28 de junio). 

JULIO

*Quien ora no tiene miedo; quien ora nunca está solo; quien ora se salva (Audiencia, 1 de julio). 

AÑO 2010 

JULIO

*La verdadera oración no es en absoluto ajena a la realidad. Si orar os alienara, os sustrajera de vuestra vida real, estad en guardia: ¡no sería verdadera oración! (Encuentro, 4 de junio). 

*El diálogo con Dios es garantía de verdad, de verdad con uno mismo y con los demás, y así de libertad (Encuentro, 4 de julio). 

*Cada vez que rezamos el Padre Nuestro, nuestra voz se entrelaza con la de la Iglesia, porque quien ora jamás está solo (Ángelus, 25 de julio).

AGOSTO

*A Dios le podemos pedir todo, todo lo que es bueno. La bondad y el poder de Dios no conocen límite entre cosas grandes y cosas pequeñas, entre cosas materiales y espirituales, entre cosas terrenas y celestiales. En el diálogo con él, poniendo toda nuestra vida ante sus ojos, aprendemos a desear las cosas buenas, a desear, en el fondo, a Dios mismo (Mensaje, 10 de agosto).

*Aprender a rezar es aprender a desear y así aprender a vivir (Mensaje, 10 de agosto).

OCTUBRE

*Cuando el Señor dice: “Orad en todo momento”, lógicamente no nos está pidiendo que recitemos continuamente oraciones, sino que nunca perdamos el trato interior con Dios. Ejercitarse en este trato es el sentido de nuestra oración.  Por esto es importante que el día se inicie y concluya con la oración (Carta, 18 de octubre).  

NOVIEMBRE

*La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna (Mensaje, 4 de noviembre). 

AÑO 2011 

ENERO

*La oración es desde siempre la actitud constante de los discípulos de Cristo, lo que acompaña su vida cotidiana en obediencia a la voluntad de Dios (Audiencia, 19 de enero).

*La oración cristiana, participación en la oración de Jesús, es por excelencia experiencia filial, como lo confirman las palabras del Padrenuestro, oración de la familia —el «nosotros» de los hijos de Dios, de los hermanos y hermanas— que habla al Padre común (Audiencia, 19 de enero).

*Ponerse en actitud de oración significa, por tanto, abrirse también a la fraternidad. Sólo en el «nosotros» podemos decir Padre nuestro. Abrámonos pues a la fraternidad, que deriva del ser hijos del único Padre celestial, y estar dispuestos al perdón y a la reconciliación (Audiencia, 19 de enero).

FEBRERO

*La oración, por una parte, debe ser muy personal, un unirme en lo más profundo a Dios. Debe ser mi lucha con él, mi búsqueda de él, mi agradecimiento a él y mi alegría en él. Sin embargo, nunca es solamente algo privado de mi «yo» individual, que no atañe a los demás (Homilía, 5 de febrero).

*Esencialmente, orar es también un orar en el «nosotros» de los hijos de Dios. Sólo en este «nosotros» somos hijos de nuestro Padre, a quien el Señor nos ha enseñado a orar. Sólo este «nosotros» nos abre el acceso al Padre. Por una parte, nuestra oración debe ser cada vez más personal, tocar y penetrar cada vez más profundamente el núcleo de nuestro «yo» (Homilía, 5 de febrero).

*Por otra, la oración debe alimentarse siempre de la comunión de los orantes, de la unidad del Cuerpo de Cristo, para plasmarme verdaderamente a partir del amor de Dios. Así orar, en última instancia, no es una actividad entre otras, una parte de mi tiempo (Homilía, 5 de febrero).

*Orar es la respuesta al imperativo que está al inicio del Canon en la celebración eucarística: Sursum corda: levantemos el corazón. Se trata de elevar mi existencia hacia la altura de Dios (Homilía, 5 de febrero).

*La altura, la medida alta de la vida, que precisamente hoy es tan esencial para el testimonio en favor de Jesucristo, sólo la podemos encontrar si en la oración nos dejamos atraer continuamente por él hacia su altura (Homilía, 5 de febrero). 

*La oración es vida y se desarrolla gradualmente a la vez que crece la vida cristiana: comienza con la oración vocal, pasa por la interiorización a través de la meditación y el recogimiento, hasta alcanzar la unión de amor con Cristo y con la santísima Trinidad (Audiencia, 2 de febrero). 

MAYO

*Y el hombre sabe, de algún modo, que puede dirigirse a Dios, que puede rezarle. Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes teólogos de la historia, define la oración como «expresión del deseo que el hombre tiene de Dios». Esta atracción hacia Dios, que Dios mismo ha puesto en el hombre, es el alma de la oración, que se reviste de muchas formas y modalidades según la historia, el tiempo, el momento, la gracia e incluso el pecado de cada orante (Audiencia, 11 de mayo).

*Cuando hablamos de la oración como experiencia del hombre en cuanto tal, del homo orans, es necesario tener presente que es una actitud interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, un modo de estar frente a Dios, antes que de realizar actos de culto o pronunciar palabras (Audiencia, 11 de mayo).

*La oración tiene su centro y hunde sus raíces en lo más profundo de la persona; por eso no es fácilmente descifrable y, por el mismo motivo, se puede prestar a malentendidos y mistificaciones. También en este sentido podemos entender la expresión: rezar es difícil (Audiencia, 11 de mayo).

*De hecho, la oración es el lugar por excelencia de la gratuidad, del tender hacia el Invisible, el Inesperado y el Inefable. Por eso, para todos la experiencia de la oración es un desafío, una «gracia» que invocar, un don de Aquel al que nos dirigimos (Audiencia, 11 de mayo).

*En la oración, en todas las épocas de la historia, el hombre se considera a sí mismo y su situación frente a Dios, a partir de Dios y en orden a Dios, y experimenta que es criatura necesitada de ayuda, incapaz de conseguir por sí misma la realización plena de su propia existencia y de su propia esperanza (Audiencia, 11 de mayo).

*En la experiencia de la oración la criatura humana expresa toda la conciencia de sí misma, todo lo que logra captar de su existencia y, a la vez, se dirige toda ella al Ser frente al cual está; orienta su alma a aquel Misterio del que espera la realización de sus deseos más profundos y la ayuda para superar la indigencia de su propia vida. En este mirar a Otro, en este dirigirse «más allá» está la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que supera lo sensible y lo contingente (Audiencia, 11 de mayo).

*Sin embargo, la búsqueda del hombre sólo encuentra su plena realización en el Dios que se revela. La oración, que es apertura y elevación del corazón a Dios, se convierte así en una relación personal con él (Audiencia, 11 de mayo).

*Y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de tomar la iniciativa llamando al hombre al misterioso encuentro de la oración (Audiencia, 11 de mayo).

*Aprendamos a permanecer más tiempo delante de Dios, del Dios que se reveló en Jesucristo; aprendamos a reconocer en el silencio, en lo más íntimo de nosotros mismos, su voz que nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida, al manantial de la salvación, para llevarnos más allá del límite de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con él, que es Amor Infinito (Audiencia, 11 de mayo).

*La oración —que tiene su cumbre en la liturgia, cuya forma está custodiada por la tradición viva de la Iglesia— siempre es un dejar espacio a Dios: su acción nos hace partícipes de la historia de la salvación (Discurso, 26 de mayo).

*La oración nos ayuda a reconocer en Cristo el centro de nuestra vida, a permanecer en su presencia, a conformar nuestra voluntad a la suya, a hacer «lo que él nos diga» (Jn 2, 5), seguros de su fidelidad (Discurso, 26 de mayo).

JUNIO

*La oración de intercesión hace operante, dentro de la realidad corrompida del hombre pecador, la misericordia divina, que encuentra voz en la súplica del orante y se hace presente a través de él donde hay necesidad de salvación (Audiencia, 1 de junio).

*El objetivo primario de la oración es la conversión: el fuego de Dios que transforma nuestro corazón y nos hace capaces de ver a Dios y así de vivir según Dios y de vivir para el otro (Audiencia, 15 de junio).

*La verdadera adoración de Dios, entonces, es darse a sí mismo a Dios y a los hombres, la verdadera adoración es el amor. Y la verdadera adoración de Dios no destruye, sino que renueva, transforma. Ciertamente, el fuego de Dios, el fuego del amor quema, transforma, purifica, pero precisamente así no destruye, sino que crea la verdad de nuestro ser, recrea nuestro corazón (Audiencia, 15 de junio de 2011).

SEPTIEMBRE

*La oración personal es ciertamente importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la comunidad que —incluso siendo muy pequeña— es unida y unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios uno y trino, perfecta comunión de amor (Angelus, 4 de septiembre). 

*De este modo, volviendo a poner toda nuestra confianza y nuestra esperanza en Dios Padre, en el momento de la angustia también nosotros le podremos rezar con fe, y nuestro grito de ayuda se transformará en canto de alabanza (Audiencia, 14 de septiembre). 

 OCTUBRE

*Dirigirse al Señor en la oración implica un acto radical de confianza, con la conciencia de fiarse de Dios, que es bueno, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad» [Ex 34, 6-7; Sal 86, 15; cf. Jl 2, 13; Gn 4, 2; Sal 103, 8; 145, 8; Ne 9, 17] (Audiencia, 5 de octubre).

*Quien va con el Señor, incluso en los valles oscuros del sufrimiento, de la incertidumbre y de todos los problemas humanos, se siente seguro. Tú estás conmigo: esta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene. La oscuridad de la noche da miedo, con sus sombras cambiantes, la dificultad para distinguir los peligros, su silencio lleno de ruidos indescifrables (Audiencia, 5 de octubre).

*El orante avanza seguro, sin miedo, porque sabe que el Señor está con él. Aquel «tu vas conmigo» es una proclamación de confianza inquebrantable, y sintetiza una experiencia de fe radical; la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro pierde toda peligrosidad, se vacía de toda amenaza (Audiencia, 5 de octubre).

*En nuestra oración deberíamos mirar con más frecuencia el modo como el Señor nos ha protegido, guiado, ayudado en los sucesos de nuestra vida, y alabarlo por cuanto ha hecho y hace por nosotros. Debemos estar más atentos a las cosas buenas que el Señor nos da (Audiencia, 12 de octubre).

*En nuestra oración, debemos permanecer siempre abiertos a la esperanza y firmes en la fe en Dios. Nuestra historia, aunque con frecuencia está marcada por el dolor, por las incertidumbres, a veces por las crisis, es una historia de salvación (Audiencia, 12 de octubre).

NOVIEMBRE

*Escuchar, meditar, callar ante el Señor que habla es un arte, que se aprende practicándolo con constancia (Audiencia, 30 de noviembre).

*La oración es un don, que pide, sin embargo, ser acogido; es obra de Dios, pero exige compromiso y continuidad de nuestra parte; sobre todo son importantes la continuidad y la constancia (Audiencia, 30 de noviembre).

*Precisamente la experiencia ejemplar de Jesús muestra que su oración, animada por la paternidad de Dios y por la comunión del Espíritu, se fue profundizando en un prolongado y fiel ejercicio, hasta el Huerto de los Olivos y la cruz (Audiencia, 30 de noviembre).

*Los cristianos hoy están llamados a ser testigos de oración, precisamente porque nuestro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino y a la esperanza que lleva al encuentro con Dios (Audiencia, 30 de noviembre).

*En la amistad profunda con Jesús y viviendo en él y con él la relación filial con el Padre, a través de nuestra oración fiel y constante, podemos abrir ventanas hacia el cielo de Dios. Es más, al recorrer el camino de la oración, sin respeto humano, podemos ayudar a otros a recorrer ese camino: también para la oración cristiana es verdad que, caminando, se abren caminos (Audiencia, 30 de noviembre).

*Eduquémonos en una relación intensa con Dios, en una oración que no sea esporádica, sino constante, llena de confianza, capaz de iluminar nuestra vida, como nos enseña Jesús. Y pidámosle a él poder comunicar a las personas que nos rodean, a quienes encontramos en nuestro camino, la alegría del encuentro con el Señor, luz para nuestra vida (Audiencia, 30 de noviembre).  

DICIEMBRE

*Cada uno de nosotros está llamado a comprender que en la oración de petición al Señor no debemos esperar una realización inmediata de aquello que pedimos, de nuestra voluntad, sino más bien encomendarnos a la voluntad del Padre, leyendo cada acontecimiento en la perspectiva de su gloria, de su designio de amor, con frecuencia misterioso a nuestros ojos (Audiencia, 14 de diciembre).

*En nuestra oración, petición, alabanza y acción de gracias deberían ir juntas, incluso cuando nos parece que Dios no responde a nuestras expectativas concretas. Abandonarse al amor de Dios, que nos precede y nos acompaña siempre, es una de las actitudes de fondo de nuestro diálogo con él (Audiencia, 14 de diciembre).

*Antes de que el don sea concedido, es preciso adherirse a Aquel que dona; el donante es más precioso que el don. También para nosotros, por lo tanto, más allá de lo que Dios nos da cuando lo invocamos, el don más grande que puede otorgarnos es su amistad, su presencia, su amor. Él es el tesoro precioso que se ha de pedir y custodiar siempre (Audiencia, 14 de diciembre).

*La oración confiada de un creyente es un testimonio vivo de esta presencia de Dios en el mundo, de su interés por el hombre, de su obrar para realizar su plan de salvación (Audiencia, 14 de diciembre).

*En Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, la atención hacia el otro, especialmente si padece necesidad o sufre, la conmoción ante el dolor de una familia amiga, lo llevan a dirigirse al Padre, en esa relación fundamental que guía toda su vida. Pero también viceversa: la comunión con el Padre, el diálogo constante con él, impulsa a Jesús a estar atento de un modo único a las situaciones concretas del hombre para llevarle el consuelo y el amor de Dios. La relación con el hombre nos guía hacia la relación con Dios, y la relación con Dios con conduce de nuevo al prójimo (Audiencia, 14 de diciembre).

*Nuestra oración abre la puerta a Dios, que nos enseña constantemente a salir de nosotros mismos para ser capaces de mostrarnos cercanos a los demás, especialmente en los momentos de prueba, para llevarles consuelo, esperanza y luz (Audiencia, 14 de diciembre).

*Que el Señor nos conceda ser capaces de una oración cada vez más intensa, para reforzar nuestra relación personal con Dios Padre, ensanchar nuestro corazón a las necesidades de quien está a nuestro lado y sentir la belleza de ser «hijos en el Hijo», juntamente con numerosos hermanos (Audiencia, 14 de diciembre).

AÑO 2012

ENERO

*La oración constante significa no perder nunca el contacto con Dios; sentirlo en la intimidad del corazón y ser así inundados por su luz (Homilía, 6 de enero).

MARZO

*Es en la oración personal y comunitaria donde encontramos al Señor, no como una idea, o como una propuesta moral, sino como una Persona que quiere entrar en relación con nosotros, que quiere ser amigo y renovar nuestra vida para hacerla como la suya Homilía, 4 de marzo).

*La cruz de Cristo no sólo muestra el silencio de Jesús como su última palabra al Padre, sino que revela también que Dios habla a través del silencio (Audiencia, 7 de marzo).

*La experiencia de Jesús en la cruz es profundamente reveladora de la situación del hombre que ora y del culmen de la oración: después de haber escuchado y reconocido la Palabra de Dios, debemos considerar también el silencio de Dios, expresión importante de la misma Palabra divina (Audiencia, 7 de marzo).

*La dinámica de palabra y silencio, que marca la oración de Jesús en toda su existencia terrena, sobre todo en la cruz, toca también nuestra vida de oración (Audiencia, 7 de marzo).

*Los Evangelios muestran cómo con frecuencia Jesús, sobre todo en las decisiones decisivas, se retiraba completamente solo a un lugar apartado de la multitud, e incluso de los discípulos, para orar en el silencio y vivir su relación filial con Dios (Audiencia, 7 de marzo).

*El silencio es capaz de abrir un espacio interior en lo más íntimo de nosotros mismos, para hacer que allí habite Dios, para que su Palabra permanezca en nosotros, para que el amor a él arraigue en nuestra mente y en nuestro corazón, y anime nuestra vida. Por lo tanto, la primera dirección es: volver a aprender el silencio, la apertura a la escucha, que nos abre al otro, a la Palabra de Dios (Audiencia, 7 marzo).

*No sólo existe nuestro silencio para disponernos a la escucha de la Palabra de Dios. A menudo, en nuestra oración, nos encontramos ante el silencio de Dios, experimentamos una especie de abandono, nos parece que Dios no escucha y no responde (Audiencia, 7 de marzo).

*Pero este silencio de Dios, como le sucedió también a Jesús, no indica su ausencia. El cristiano sabe bien que el Señor está presente y escucha, incluso en la oscuridad del dolor, del rechazo y de la soledad. Jesús asegura a los discípulos y a cada uno de nosotros que Dios conoce bien nuestras necesidades en cualquier momento de nuestra vida (Audiencia, 7 de marzo).

*Dios nos conoce en la intimidad, más que nosotros mismos, y nos ama: y saber esto debe ser suficiente (Audiencia, 7 de marzo).

*Recorriendo los Evangelios hemos visto cómo el Señor, en nuestra oración, es interlocutor, amigo, testigo y maestro (Audiencia, 7 de marzo).

*En Jesús se revela la novedad de nuestro diálogo con Dios: la oración filial que el Padre espera de sus hijos (Audiencia, 7 de marzo).

*De Jesús aprendemos cómo la oración constante nos ayuda a interpretar nuestra vida, a tomar nuestras decisiones, a reconocer y acoger nuestra vocación, a descubrir los talentos que Dios nos ha dado, a cumplir cada día su voluntad, único camino para realizar nuestra existencia (Audiencia, 7 de marzo).

*Jesús alcanza el punto más alto de profundidad en la oración al Padre en el momento de la pasión y de la muerte, cuando pronuncia el «sí» extremo al proyecto de Dios y muestra cómo la voluntad humana encuentra su realización precisamente en la adhesión plena a la voluntad divina y no en la contraposición (Audiencia, 7 de marzo).

ABRIL

*Sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestra actividad se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a un simple activismo que, al final, deja insatisfechos (Audiencia, 25 de abril).

*Cuando la oración se alimenta de la Palabra de Dios, podemos ver la realidad con nuevos ojos, con los ojos de la fe, y el Señor, que habla a la mente y al corazón, da nueva luz al camino en todo momento y en toda situación. Nosotros creemos en la fuerza de la Palabra de Dios y de la oración (Audiencia, 25 de abril).

*Sólo de la relación íntima con Dios, cultivada cada día, nace la respuesta a la elección del Señor y se encomienda cualquier ministerio en la Iglesia (Audiencia, 25 de abril).

*Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, corremos el peligro de asfixiarnos en medio de los mil afanes de cada día: la oración es la respiración del alma y de la vida (Audiencia, 25 de abril).

*En la relación con Dios, en la escucha de su Palabra, en el diálogo con él, incluso cuando nos encontramos en el silencio de una iglesia o de nuestra habitación, estamos unidos en el Señor a tantos hermanos y hermanas en la fe, como un conjunto de instrumentos que, aun con su individualidad, elevan a Dios una única gran sinfonía de intercesión, de acción de gracias y de alabanza (Audiencia, 25 de abril).

MAYO

*El verdadero «permanecer» en Cristo garantiza la eficacia de la oración (Regina Caeli, 6 de mayo).

*Así debe ser nuestra oración: asidua, solidaria con los demás, plenamente confiada en Dios, que nos conoce en lo más íntimo y cuida de nosotros de manera que —dice Jesús— «hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo» [Mt 10, 30-31] (Audiencia, 9 de mayo)

*Debemos aprender siempre de nuevo a orar bien, orar realmente, orientarse hacia Dios y no hacia el propio bien (Audiencia, 9 de mayo).

*La oración constante y unánime es un instrumento valioso también para superar las pruebas que puedan surgir en el camino de la vida, porque estar unidos a Dios es lo que nos permite estar también profundamente unidos los unos a los otros (Audiencia, 9 de mayo).

*Un primer elemento que el Apóstol quiere hacernos comprender es que la oración no se debe ver como una simple obra buena realizada por nosotros con respecto de Dios, una acción nuestra. Es ante todo un don, fruto de la presencia viva, vivificante del Padre y de Jesucristo en nosotros (Audiencia, 16 de mayo).

*Queremos orar, pero Dios está lejos, no tenemos las palabras, el lenguaje, para hablar con Dios, ni siquiera el pensamiento. Sólo podemos abrirnos, poner nuestro tiempo a disposición de Dios, esperar que él nos ayude a entrar en el verdadero diálogo (Audiencia, 16 de mayo).

*El Espíritu Santo es, en cierto modo, intérprete que nos hace comprender a nosotros mismos y a Dios lo que queremos decir (Audiencia, 16 de mayo).

*En la oración, más que en otras dimensiones de la existencia, experimentamos nuestra debilidad, nuestra pobreza, nuestro ser criaturas, pues nos encontramos ante la omnipotencia y la trascendencia de Dios. Y cuanto más progresamos en la escucha y en el diálogo con Dios, para que la oración se convierta en la respiración diaria de nuestra alma, tanto más percibimos incluso el sentido de nuestra limitación, no sólo ante las situaciones concretas de cada día, sino también en la misma relación con el Señor. Entonces aumenta en nosotros la necesidad de fiarnos, de abandonarnos cada vez más a él; comprendemos que «no sabemos orar como conviene» [Rm 8, 26] (Audiencia, 16 de mayo).

*El Espíritu Santo nos ayuda en nuestra incapacidad, ilumina nuestra mente y calienta nuestro corazón, guiando nuestra oración a Dios.

*Para san Pablo la oración es sobre todo obra del Espíritu en nuestra humanidad, para hacerse cargo de nuestra debilidad y transformarnos de hombres vinculados a las realidades materiales en hombres espirituales (Audiencia, 16 de mayo).

*Con la oración animada por el Espíritu somos capaces de abandonar y superar cualquier forma de miedo o de esclavitud, viviendo la auténtica libertad de los hijos de Dios (Audiencia, 16 de mayo).

*Sin la oración que alimenta cada día nuestro ser en Cristo, en una intimidad que crece progresivamente, nos encontramos en la situación descrita por san Pablo en la Carta a los Romanos: no hacemos el bien que queremos, sino el mal que no queremos (Audiencia, 16 de mayo).

*Y dado que «donde está el Espíritu del Señor hay libertad» (2 Co 3, 17), con la oración experimentamos la libertad que nos ha dado el Espíritu: una libertad auténtica, que es libertad del mal y del pecado para el bien y para la vida, para Dios (Audiencia, 16 de mayo).

*Una segunda consecuencia que se verifica en nuestra vida cuando dejamos actuar en nosotros al Espíritu de Cristo es que la relación misma con Dios se hace tan profunda que no la altera ninguna realidad o situación. Entonces comprendemos que con la oración no somos liberados de las pruebas o de los sufrimientos, sino que podemos vivirlos en unión con Cristo, con sus sufrimientos, en la perspectiva de participar también de su gloria (Audiencia, 16 de mayo).

*Muchas veces, en nuestra oración, pedimos a Dios que nos libre del mal físico y espiritual, y lo hacemos con gran confianza. Sin embargo, a menudo tenemos la impresión de que no nos escucha y entonces corremos el peligro de desalentarnos y de no perseverar. En realidad, no hay grito humano que Dios no escuche, y precisamente en la oración constante y fiel comprendemos con san Pablo que «los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará» [Rm 8, 18] (Audiencia, 16 de mayo).

*La oración no nos libra de la prueba y de los sufrimientos; más aún —dice san Pablo— nosotros «gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo» (Rm 8, 23); él dice que la oración no nos libra del sufrimiento, pero la oración nos permite vivirlo y afrontarlo con una fuerza nueva, con la misma confianza de Jesús, el cual —según la Carta a los Hebreos— «en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial» [5, 7] (Audiencia, 16 de mayo).

*La respuesta de Dios Padre al Hijo, a sus fuertes gritos y lágrimas, no fue la liberación de los sufrimientos, de la cruz, de la muerte, sino que fue una escucha mucho más grande, una respuesta mucho más profunda; a través de la cruz y la muerte, Dios respondió con la resurrección del Hijo, con la nueva vida (Audiencia, 16 de mayo).

*La oración animada por el Espíritu Santo nos lleva también a nosotros a vivir cada día el camino de la vida con sus pruebas y sufrimientos, en la plena esperanza, en la confianza en Dios que responde como respondió al Hijo (Audiencia, 16 de mayo).

*La oración del creyente se abre también a las dimensiones de la humanidad y de toda la creación, que, «expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» [Rm 8, 19] (Audiencia, 16 de mayo).

*Esto significa que la oración, sostenida por el Espíritu de Cristo que habla en lo más íntimo de nosotros mismos, no permanece nunca cerrada en sí misma, nunca es sólo oración por mí, sino que se abre a compartir los sufrimientos de nuestro tiempo, de los demás (Audiencia, 16 de mayo).

*San Pablo nos enseña que en nuestra oración debemos abrirnos a la presencia del Espíritu Santo, el cual ruega en nosotros con gemidos inefables, para llevarnos a adherirnos a Dios con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser (Audiencia, 16 de mayo).

*El Espíritu de Cristo se convierte en la fuerza de nuestra oración «débil», en la luz de nuestra oración «apagada», en el fuego de nuestra oración «árida», dándonos la verdadera libertad interior, enseñándonos a vivir afrontando las pruebas de la existencia, con la certeza de que no estamos solos, abriéndonos a los horizontes de la humanidad y de la creación «que gime y sufre dolores de parto» [Rm 8, 22] (Audiencia, 16 de mayo).

*La Ascensión nos dice que en Cristo nuestra humanidad es llevada a la altura de Dios; así, cada vez que rezamos, la tierra se une al cielo. Y como el incienso, al quemarse, hace subir hacia lo alto su humo, así cuando elevamos al Señor nuestra oración confiada en Cristo, esta atraviesa los cielos y llega a Dios mismo, que la escucha y acoge (Regina Caeli, 20 de mayo).

*La oración cristiana nunca es, nunca se realiza en sentido único desde nosotros a Dios, no es sólo una «acción nuestra», sino que es expresión de una relación recíproca en la que Dios actúa primero: es el Espíritu Santo quien clama en nosotros, y nosotros podemos clamar porque el impulso viene del Espíritu Santo (Audiencia, 23 de mayo).

*Nosotros no podríamos orar si no estuviera inscrito en la profundidad de nuestro corazón el deseo de Dios, el ser hijos de Dios. Desde que existe, el homo sapiens siempre está en busca de Dios, trata de hablar con Dios, porque Dios se ha inscrito a sí mismo en nuestro corazón (Audiencia, 23 de mayo).

*La primera iniciativa viene de Dios y, con el Bautismo, Dios actúa de nuevo en nosotros, el Espíritu Santo actúa en nosotros; es el primer iniciador de la oración, para que nosotros podamos realmente hablar con Dios y decir «Abba» a Dios. Por consiguiente, su presencia abre nuestra oración y nuestra vida, abre a los horizontes de la Trinidad y de la Iglesia (Audiencia, 23 de mayo).

*La oración del Espíritu de Cristo en nosotros y la nuestra en él, no es sólo un acto individual, sino un acto de toda la Iglesia. Al orar, se abre nuestro corazón, entramos en comunión no sólo con Dios, sino también propiamente con todos los hijos de Dios, porque somos uno (Audiencia, 23 de mayo).

*Cuando nos dirigimos al Padre en nuestra morada interior, en el silencio y en el recogimiento, nunca estamos solos. Quien habla con Dios no está solo. Estamos inmersos en la gran oración de la Iglesia, somos parte de una gran sinfonía que la comunidad cristiana esparcida por todos los rincones de la tierra y en todos los tiempos eleva a Dios (Audiencia, 23 de mayo).

*Cada vez que clamamos y decimos: «¡Abba, Padre!» es la Iglesia, toda la comunión de los hombres en oración, la que sostiene nuestra invocación, y nuestra invocación es invocación de la Iglesia (Audiencia, 23 de mayo).

*La oración guiada por el Espíritu Santo, que nos hace decir «¡Abba, Padre!» con Cristo y en Cristo, nos inserta en el único gran mosaico de la familia de Dios, en el que cada uno tiene un puesto y un papel importante, en profunda unidad con el todo (Audiencia, 23 de mayo).

*Aprendamos a gustar en nuestra oración la belleza de ser amigos, más aún, hijos de Dios, de poderlo invocar con la intimidad y la confianza que tiene un niño con sus padres, que lo aman (Audiencia, 23 de mayo).

*Abramos nuestra oración a la acción del Espíritu Santo para que clame en nosotros a Dios «¡Abba, Padre!» y para que nuestra oración cambie, para que convierta constantemente nuestro pensar, nuestro actuar, de modo que sea cada vez más conforme al del Hijo unigénito, Jesucristo (Audiencia, 23 de mayo).

*La profunda unión con Cristo en la oración, la confianza en su presencia, disponen a compartir los sufrimientos y las aflicciones de los hermanos (Audiencia, 30 de mayo).

*En la relación fiel con el Señor, en la oración constante, diaria, también nosotros podemos sentir concretamente el consuelo que proviene de Dios. Y esto refuerza nuestra fe, porque nos hace experimentar de modo concreto el «sí» de Dios al hombre, a nosotros, a mí, en Cristo; hace sentir la fidelidad de su amor, que llega hasta el don de su Hijo en la cruz (Audiencia, 30 de mayo).

*El «sí» de Dios no es parcial, no pasa del «sí» al «no», sino que es un sencillo y seguro «sí». Y a este «sí» nosotros correspondemos con nuestro «sí», con nuestro «amén», y así estamos seguros en el «sí» de Dios (Audiencia, 30 de mayo).

*La oración es el encuentro con una Persona viva que podemos escuchar y con la que podemos dialogar; es el encuentro con Dios, que renueva su fidelidad inquebrantable, su «sí» al hombre, a cada uno de nosotros, para darnos su consuelo en medio de las tempestades de la vida y hacernos vivir, unidos a él, una existencia llena de alegría y de bien, que llegará a su plenitud en la vida eterna (Audiencia, 30 de mayo).

*En nuestra oración estamos llamados a decir «sí» a Dios, a responder con este «amén» de la adhesión, de la fidelidad a él a lo largo de toda nuestra vida. Esta fidelidad nunca la podemos conquistar con nuestras fuerzas; no es únicamente fruto de nuestro esfuerzo diario; proviene de Dios y está fundada en el «sí» de Cristo, que afirma: mi alimento es hacer la voluntad del Padre (Audiencia, 30 de mayo).

*El «amén» de nuestra oración personal y comunitaria envolverá y transformará toda nuestra vida, una vida de consolación de Dios, una vida inmersa en el Amor eterno e inquebrantable (Audiencia, 30 de mayo).

JUNIO 

El encuentro diario con el Señor y la recepción frecuente de los sacramentos permiten abrir nuestra mente y nuestro corazón a su presencia, a sus palabras, a su acción (Audiencia, 13 de junio).

*La oración no es solamente la respiración del alma, sino también, para usar una imagen, el oasis de paz en el que podemos encontrar el agua que alimenta nuestra vida espiritual y transforma nuestra existencia (Audiencia, 13 de junio).

*El Señor no nos libra de los males, pero nos ayuda a madurar en los sufrimientos, en las dificultades, en las persecuciones (Audiencia, 13 de junio).

*En la oración, por tanto, abrimos nuestra alma al Señor para que él venga a habitar nuestra debilidad, transformándola en fuerza para el Evangelio (Audiencia, 13 de junio).

*En la oración, en la contemplación diaria del Señor recibimos la fuerza del amor de Dios (Audiencia, 13 de junio).

*En un mundo en el que corremos el peligro de confiar solamente en la eficiencia y en el poder de los medios humanos, en este mundo estamos llamados a redescubrir y testimoniar el poder de Dios que se comunica en la oración, con la que crecemos cada día conformando nuestra vida a la de Cristo (Audiencia, 13 de junio).

*La unión con Dios no aleja del mundo, pero nos da la fuerza para permanecer realmente en el mundo, para hacer lo que se debe hacer en el mundo. Así pues, también en nuestra vida de oración tal vez podemos tener momentos de particular intensidad, en los que sentimos más viva la presencia del Señor, pero es importante la constancia, la fidelidad de la relación con Dios, sobre todo en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios (Audiencia, 13 de junio).

*La contemplación de Cristo en nuestra vida  no nos aleja de la realidad, sino que nos hace aún más partícipes de las vicisitudes humanas, porque el Señor, atrayéndonos hacia sí en la oración, nos permite hacernos presentes y cercanos a todos los hermanos en su amor /Audiencia, 13 de junio).

*Nuestra oración con mucha frecuencia es petición de ayuda en las necesidades. Y es incluso normal para el hombre, porque necesitamos ayuda, tenemos necesidad de los demás, tenemos necesidad de Dios. De este modo, es normal para nosotros pedir algo a Dios, buscar su ayuda (Audiencia, 20 de junio).

*Aunque de por sí es normal que en la oración pidamos algo, no debería ser exclusivamente así. También hay motivo para agradecer y, si estamos un poco atentos, vemos que de Dios recibimos muchas cosas buenas: es tan bueno con nosotros que conviene, es necesario darle gracias. Y debe ser también oración de alabanza: si nuestro corazón está abierto, a pesar de todos los problemas, también vemos la belleza de su creación, la bondad que se manifiesta en su creación. Por lo tanto, no sólo debemos pedir, sino también alabar y dar gracias: sólo de este modo nuestra oración es completa (Audiencia, 20 de junio).

*En la oración debemos acostumbrarnos a estar con Dios. Esto es muy importante, que aprendamos a estar con Dios, y así veamos cuán hermoso es estar con él, que es la redención (Audiencia, 20 de junio).

*La oración como modo de «acostumbrarnos» a estar junto con Dios, genera hombres y mujeres animados no por el egoísmo, por el deseo de poseer, por la sed de poder, sino por la gratuidad, por el deseo de amar, por la sed de servir, es decir, animados por Dios. Y sólo así se puede llevar luz en medio de la oscuridad del mundo (Audiencia, 20 de junio).

*Nuestra oración está hecha, como hemos visto los miércoles pasados, de silencios y palabra, de canto y gestos que implican a toda la persona: los labios, la mente, el corazón, todo el cuerpo (Audiencia, 27 de junio).

*La oración debe llevar a un conocimiento y a una unión en el amor cada vez más profundos con el Señor, para poder pensar, actuar y amar como él, en él y por él. Practicar esto, aprender los sentimientos de Jesús, es el camino de la vida cristiana (Audiencia, 27 de junio).

*En la oración, en la relación con Dios, abrimos la mente, el corazón, la voluntad a la acción del Espíritu Santo para entrar en esa misma dinámica de vida, come afirma san Cirilo de Alejandría: «La obra del Espíritu Santo busca transformarnos por medio de la gracia en la copia perfecta de su humillación» [Carta Festal 10, 4] (Audiencia, 27 de junio).

*La genuflexión ante el Santísimo Sacramento o el ponerse de rodillas durante la oración expresan precisamente la actitud de adoración ante Dios, también con el cuerpo. De ahí la importancia de no realizar este gesto por costumbre o de prisa, sino con profunda consciencia. Cuando nos arrodillamos ante el Señor confesamos nuestra fe en él, reconocemos que él es el único Señor de nuestra vida (Audiencia, 27 de junio).

*Queridos hermanos y hermanas, en nuestra oración fijemos nuestra mirada en el Crucificado, detengámonos con mayor frecuencia en adoración ante la Eucaristía, para que nuestra vida entre en el amor de Dios, que se abajó con humildad para elevarnos hasta él (audiencia, 27 de junio).

JULIO

*A Dios le pedimos muchas curaciones de problemas, de necesidades concretas, y está bien hacerlo, pero lo que debemos pedir con insistencia es una fe cada vez más sólida, para que el Señor renueve nuestra vida, y una firme confianza en su amor, en su providencia que no nos abandona (Ángelus, 1 de julio).

SEPTIEMBRE 

*Sólo en Cristo el hombre es capaz de unirse a Dios con la profundidad y la intimidad de un hijo con respecto a un padre que lo ama, sólo en él podemos dirigirnos con toda verdad a Dios llamándolo con afecto «¡Abbá! ¡Padre!» (Audiencia, 26 de septiembre).

*La primera escuela para la oración es la Palabra de Dios, la Sagrada Escritura. La Sagrada Escritura es un diálogo permanente entre Dios y el hombre, un diálogo progresivo en el cual Dios se muestra cada vez más cercano, en el cual podemos conocer cada vez mejor su rostro, su voz, su ser. Y el hombre aprende a aceptar conocer a Dios, a hablar con Dios (Audiencia, 26 de septiembre).

*Existe además otro precioso «espacio», otra preciosa «fuente» para crecer en la oración, una fuente de agua viva en estrechísima relación con la precedente. Me refiero a la liturgia, que es un ámbito privilegiado donde Dios habla a cada uno de nosotros, aquí y ahora, y espera nuestra respuesta (Audiencia, 26 de septiembre).

*¿Dónde se hace actual para nosotros, para mí, hoy, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, que trae la salvación? La respuesta es: en la acción de Cristo a través de la Iglesia, en la liturgia, en especial en el sacramento de la Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial del Hijo de Dios, que nos redimió; en el sacramento de la Reconciliación, donde se pasa de la muerte del pecado a la vida nueva; y en los demás actos sacramentales que nos santifican (Audiencia, 26 de septiembre).

*La primera exigencia para una buena celebración litúrgica es que sea oración, coloquio con Dios, ante todo escucha y, por tanto, respuesta (Audiencia, 26 de septiembre).

*San Benito, en su «Regla», hablando de la oración de los Salmos, indica a los monjes: mens concordet voci, «que la mente concuerde con la voz». El santo enseña que en la oración de los Salmos las palabras deben preceder a nuestra mente. Habitualmente no sucede así, antes debemos pensar, y, luego, aquello que hemos pensado se convierte en palabra. Aquí, en cambio, en la liturgia, es al revés, la palabra precede (Audiencia, 26 de septiembre). 

*Quiero sólo hacer referencia a uno de los momentos que, durante la liturgia misma, nos llama y nos ayuda a encontrar esa concordancia, ese conformarnos a lo que escuchamos, decimos y hacemos en la celebración de la liturgia. Me refiero a la invitación que formula el celebrante antes de la plegaria eucarística: «Sursum corda», elevemos nuestro corazón fuera del enredo de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos, de nuestras angustias, de nuestra distracción. Nuestro corazón, el interior de nosotros mismos, debe abrirse dócilmente a la Palabra de Dios y recogerse en la oración de la Iglesia, para recibir su orientación hacia Dios de las palabras mismas que escucha y dice. La mirada del corazón debe dirigirse al Señor, que está en medio de nosotros: es una disposición fundamental (Audiencia, 26 de septiembre).

*Cuando vivimos la liturgia con esta actitud de fondo, nuestro corazón está como apartado de la fuerza de gravedad, que lo atrae hacia abajo, y se eleva interiormente hacia lo alto, hacia la verdad, hacia el amor, hacia Dios

*Sólo celebramos y vivimos bien la liturgia si permanecemos en actitud orante, no si queremos «hacer algo», hacernos ver o actuar, sino si orientamos nuestro corazón a Dios y estamos en actitud de oración uniéndonos al misterio de Cristo y a su coloquio de Hijo con el Padre (Audiencia, 26 de septiembre).

*Dios mismo nos enseña a rezar, afirma san Pablo (cf. Rm 8, 26). Él mismo nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a él, palabras que encontramos en el Salterio, en las grandes oraciones de las sagrada liturgia y en la misma celebración eucarística (Audiencia, 26 de septiembre).

*La liturgia es acción de Dios y del hombre; oración que brota del Espíritu Santo y de nosotros, totalmente dirigida al Padre, en unión con el Hijo de Dios hecho hombre (Audiencia, 26 de septiembre). 

OCTUBRE

*La oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo (Audiencia, 3 de octubre)

*La vida de oración consiste en estar de manera habitual en presencia de Dios y ser conscientes de ello, vivir en relación con Dios como se viven las relaciones habituales de nuestra vida, con los familiares más queridos, con los verdaderos amigos. Es más, la relación con el Señor es la que dona luz al resto de todas nuestras relaciones (audiencia, 3 de octubre).

*Esta comunión de vida con Dios, uno y trino, es posible porque por medio del Bautismo hemos sido injertados en Cristo, hemos comenzado a ser una sola cosa con él (Audiencia, 3 de octubre).

*Sólo en Cristo, en efecto, podemos dialogar con Dios Padre como hijos, de lo contrario no es posible, pero en comunión con el Hijo podemos incluso decir nosotros como dijo él: «Abbá» (Audiencia, 3 de octubre).

*En comunión con Cristo podemos conocer a Dios como verdadero Padre. Por esto, la oración cristiana consiste en mirar constantemente y de manera siempre nueva a Cristo, hablar con él, estar en silencio con él, escucharlo, obrar y sufrir con él (Audiencia, 3 de octubre).

*Rezar significa elevarse a la altura de Dios mediante una transformación necesaria y gradual de nuestro ser (Audiencia, 3 de octubre).

*Así, participando en la liturgia, hacemos nuestra la lengua de la madre Iglesia, aprendemos a hablar en ella y por ella. Esto sucede, naturalmente, como ya he dicho, de modo gradual, poco a poco. Debo sumergirme progresivamente en las palabras de la Iglesia, con mi oración, con mi vida, con mi sufrimiento, con mi alegría, con mi pensamiento. Es un camino que nos transforma (Audiencia, 3 de octubre).

*¿Cómo crezco en mi oración? Mirando el modelo que nos enseñó Jesús, el Padrenuestro, vemos que la primera palabra es «Padre» y la segunda es «nuestro». La respuesta, por lo tanto, es clara: aprendo a rezar, alimento mi oración, dirigiéndome a Dios como Padre y orando-con-otros, orando con la Iglesia, aceptando el don de sus palabras, que poco a poco llegan a ser para mí familiares y ricas de sentido (Audiencia, 3 de octubre).

*El diálogo que Dios establece en la oración con cada uno de nosotros, y nosotros con él, incluye siempre un «con»; no se puede rezar a Dios de modo individualista (Audiencia, 3 de octubre).

*En la oración litúrgica, sobre todo en la Eucaristía, y —formados por la liturgia— en toda oración, no hablamos sólo como personas individuales, sino que entramos en el «nosotros» de la Iglesia que ora. Debemos transformar nuestro «yo» entrando en este «nosotros» (Audiencia, 3 de octubre).

*La liturgia, entonces, no es una especie de «auto-manifestación» de una comunidad, sino que es, en cambio, salir del simple «ser-uno-mismo», estar encerrado en sí mismo, y acceder al gran banquete, entrar en la gran comunidad viva, en la cual Dios mismo nos alimenta (Audiencia, 3 de octubre).

*La liturgia implica universalidad y este carácter universal debe entrar siempre de nuevo en la conciencia de todos (Audiencia, 3 de octubre).

*La liturgia cristiana es el culto del templo universal que es Cristo resucitado, cuyos brazos están extendidos en la cruz para atraer a todos en el abrazo del amor eterno de Dios. Es el culto del cielo abierto. Nunca es sólo el acontecimiento de una sola comunidad, con su ubicación en el tiempo y en el espacio (Audiencia, 3 de octubre).

*La liturgia no es el recuerdo de acontecimientos pasados, sino que es la presencia viva del Misterio pascual de Cristo que trasciende y une los tiempos y los espacios. Si en la celebración no emerge la centralidad de Cristo no tendremos la liturgia cristiana, totalmente dependiente del Señor y sostenida por su presencia creadora (Audiencia, 3 de octubre).

*Dios obra por medio de Cristo y nosotros no podemos obrar sino por medio de él y en él. Cada día debe crecer en nosotros la convicción de que la liturgia no es un «hacer» nuestro o mío, sino que es acción de Dios en nosotros y con nosotros (Audiencia, 3 de octubre).

*Por lo tanto, no es la persona sola —sacerdote o fiel— o el grupo quien celebra la liturgia, sino que la liturgia es primariamente acción de Dios a través de la Iglesia, que tiene su historia, su rica tradición y su creatividad. Esta universalidad y apertura fundamental, que es propia de toda la liturgia, es una de las razones por la cual no puede ser ideada o modificada por la comunidad o por los expertos, sino que deber ser fiel a las formas de la Iglesia universal (Audiencia, 3 de octubre).

*Incluso en la liturgia de la más pequeña comunidad está siempre presente toda la Iglesia. Por ello, no existen «extranjeros» en la comunidad litúrgica (Audiencia, 3 de octubre).

*En cada celebración litúrgica participa junta toda la Iglesia, cielo y tierra, Dios y los hombres (Audiencia, 3 de octubre).

*La liturgia cristiana, incluso si se celebra en un lugar y un espacio concreto, y expresa el «sí» de una determinada comunidad, es católica por naturaleza, procede del todo y conduce al todo, en unidad con el Papa, con los obispos, con los creyentes de todas las épocas y de todos los lugares. Cuanto más una celebración está animada por esta conciencia, tanto más fructuosamente se realiza en ella el sentido auténtico de la liturgia (Audiencia, 3 de octubre).

*La Iglesia se hace visible de muchas maneras: en la acción caritativa, en los proyectos de misión y en el apostolado personal que cada cristiano debe realizar en el propio ambiente. Pero el lugar donde se la experimenta plenamente como Iglesia es en la liturgia: la liturgia es el acto en el cual creemos que Dios entra en nuestra realidad y nosotros lo podemos encontrar, lo podemos tocar. Es el acto en el cual entramos en contacto con Dios: él viene a nosotros, y nosotros somos iluminados por él.

*Cuando en las reflexiones sobre la liturgia sólo centramos nuestra atención en cómo hacerla atrayente, interesante y bella, corremos el riesgo de olvidar lo esencial: la liturgia se celebra para Dios y no para nosotros mismos; es su obra; él es el sujeto; y nosotros debemos abrirnos a él y dejarnos guiar por él y por su Cuerpo, que es la Iglesia (Audiencia, 3 de octubre).

*Pidamos al Señor aprender cada día a vivir la sagrada liturgia, especialmente la celebración eucarística, rezando en el «nosotros» de la Iglesia, que dirige su mirada no a sí misma, sino a Dios, y sintiéndonos parte de la Iglesia viva de todos los lugares y de todos los tiempos (Audiencia, 3 de octubre).

 AÑO 2013

FEBRERO

Ante todo, el primado de la oración, sin la cual todo el compromiso del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En Cuaresma aprendemos a dar el tiempo justo a la oración, personal y comunitaria (Ángelus, 24 de febrero).

Recopilados por: P. Mariano Esteban Caro